www.cubaencuentro.com Martes, 16 de noviembre de 2004

 
   
 
El abismo venezolano
Sospecha de fraude en el referendo revocatorio: ¿una mecha encendida conectada a un tonel de pólvora?
por MANUEL DíAZ MARTíNEZ, Canarias
 

¿Adulteró el gobierno chavista los resultados del referendo revocatorio del domingo 15? La oposición lo afirma categóricamente. Los ex presidentes Carter y Gaviria, observadores de los comicios, lo niegan. Al día de hoy, ni aquélla ni éstos pueden demostrar nada.

Caracas
Manifestación de chavistas: ¿tensando la cuerda?

No sería sorprendente que Hugo Chávez, un ex militar golpista no arrepentido, discípulo y aliado de Fidel Castro, socio de la narcoguerrilla colombiana (que lo acaba de felicitar por el triunfo) y con una manifiesta vocación de caudillo, haya hecho trampas para continuar en el poder. ¿A quién podría extrañarle? Pero mientras la Coordinadora Democrática busca las pruebas del supuesto pucherazo y el chavismo celebra su aparente victoria, en Venezuela siguen creciendo la miseria, la recesión y su secuela el paro, la delincuencia y, por si fuera poco, el odio —más enconado después del controvertido referendo— que la mitad de la ciudadanía proyecta hacia la otra mitad. Estos caballos apocalípticos no podrán ser detenidos con recitales de demagogia y golpes de populismo, que los impulsan más.

Con su ejemplar conducta en el referendo revocatorio, el pueblo venezolano expresó claramente su confianza en los mecanismos democráticos y su voluntad de utilizarlos para resolver sus problemas. Gobierno y oposición han de someterse a esta voluntad si desean que el país no se abisme en la violencia, que ya ha dejado rastros de sangre en las calles de Caracas y otras poblaciones.

En primer lugar, renunciando al nefasto modelo castrista, que quiere trasladar a Venezuela, Chávez debe respetar la independencia de los distintos poderes del Estado, lo que no ha hecho, y abstenerse de seguir gobernando a favor de unos ciudadanos y en contra de otros. No respetar la división de poderes —fundamento del Estado de Derecho— e imponer políticas discriminatorias son prácticas de estirpe caudillista, que en el caso venezolano constituyen las causas principales de la crispación social y la desestabilización económica del país.

En segundo lugar, la oposición debe comenzar a prepararse para las elecciones venideras, y esto quiere decir reorganizarse —lo mejor es que se constituyera en partido—, elaborar un programa que responda a las necesidades de la nación en su conjunto y promover candidatos capaces de despertar ilusiones en un pueblo al que le sobran los motivos para desconfiar de políticos procedentes de los partidos tradicionales —desconfianza que Chávez ha rentabilizado y que resta apoyo popular a la Coordinadora Democrática, habida cuenta de la vinculación de connotados líderes de ésta a algunos de aquellos partidos.

La duda, que quizás nunca se despeje, de si hubo o no fraude en el referendo equivale, en las presentes circunstancias venezolanas, a una mecha encendida conectada a un tonel de pólvora. Los venezolanos tienen que hacerlo todo para evitar que la candela llegue al tonel. De cualquier manera, un pintoresco salvapatria que ha emprendido la cubanización de Venezuela y aspira a sustituir a Castro como exportador del mesianismo revolucionario al resto de América Latina no puede garantizar ni la prosperidad ni la tranquilidad del país. El hábito no hace al monje, ni los votos al demócrata.

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