www.cubaencuentro.com Martes, 16 de noviembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Pasaje a la Casa Blanca
América vota: El sistema de votos electorales frente a la elección popular directa. ¿Volverá a ganar el candidato perdedor?
por SAURO GONZáLEZ RODRíGUEZ, Nueva York
 

Faltando pocos días para las elecciones presidenciales y legislativas en Estados Unidos, los dos principales aspirantes a la presidencia, el demócrata John Kerry y el republicano George W. Bush, están prácticamente empatados en la mayoría de las encuestas electorales. Sin embargo, las encuestas no sirven de mucho, pues, a pesar de que gran parte de la población lo desconozca, el presidente no es elegido por votación popular directa sino por el sistema de colegio electoral.

G. Bush y J. Kerry
Campaña electoral en EE UU: los candidatos y sus esposas.

Tal situación de empate técnico no augura nada bueno para la democracia estadounidense y ya varios analistas comienzan a pronosticar una debacle electoral como la acontecida en 2000. Otros no descartan una crisis constitucional sin precedentes. Y es que el complejo modelo electoral estadounidense funciona relativamente bien cuando un candidato vence por amplio margen; en elecciones reñidas como las de 2000, el sistema evidencia sus fallas.

El modelo electoral estadounidense tiene un diseño muy particular que se mantiene vigente, sin cambios sustanciales, desde principios del siglo XIX. De acuerdo con el Artículo 2 de la Constitución (posteriormente modificado por la Enmienda No. 12), el presidente y el vicepresidente son elegidos por el voto de un colegio de electores. Los electores no son más que funcionarios del gobierno de un estado elegidos por mandato popular, dirigentes partidistas o miembros de un partido; y son nominados en las convenciones partidistas de cada estado.

En la fecha de las elecciones, el primer martes de noviembre, los ciudadanos votan por el presidente y el vicepresidente, aunque en realidad lo hacen por una lista de electores. Luego, a mediados de diciembre, los electores de cada estado se reúnen —generalmente en la capital del estado—, depositan su voto a favor de un candidato y envían un certificado con los votos al presidente del Senado y al gobierno del estado. A principios de enero las dos cámaras del Congreso se reúnen, en sesión conjunta, y proceden al conteo de los votos electorales.

El entramado constitucional estadounidense otorga a los estados de la Unión la facultad de reglamentar el proceder de los electores. Por ejemplo, en 24 estados los electores no están obligados a votar por ningún candidato en específico; mientras que en los 26 restantes, sí están obligados a votar por el candidato del partido al que representan. Tampoco existe ninguna ley federal o cláusula constitucional que obligue a los electores a votar según el resultado del voto popular en sus estados, aunque en la práctica el 99% de los electores ha votado por el partido al que representan.

Del diseño original al actual

América vota
Kerry y el voto cubano
JORGE SALCEDO, Cambridge
Nueva York: La alternativa de los republicanos
SAURO GONZáLEZ RODRíGUEZ
El falso Bush
ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
Remedio contra la alucinación
ARTURO LOPEZ LEVY, Denver
Las cuentas de Bush y Kerry
TOMáS G. MUñOZ, Marbella
Fracaso catastrófico
ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
El miedo y el bolsillo
ARMANDO LóPEZ, Nueva Jersey
No tan republicanos
IVETTE LEYVA MARTíNEZ, Miami

Contrariamente a lo que se piensa, este modelo electoral no formaba parte del diseño original de la Constitución, adoptada en 1787, sino que constituyó una suerte de compromiso de última hora, una alternativa preferible a elegir al presidente por votación popular directa o por el voto de los miembros del Congreso.

A los autores de la Constitución (Washington, Hamilton, Madison, Franklyn y otros) les preocupaba que los ciudadanos no estuvieran lo suficientemente bien informados como para elegir a un candidato, sin necesidad de múltiples rondas electorales. Dejar que los miembros del Congreso eligieran al presidente tampoco les resultó una opción muy atractiva, pues querían que el Poder Ejecutivo fuera políticamente independiente del Congreso.

Al final, la Constitución dispuso que a cada estado le correspondiera un voto electoral por cada uno de sus senadores, más un voto electoral por cada diputado que representara a ese estado en la Cámara de Representantes. El número de diputados de un estado variaría en proporción con su población.

La alternativa del colegio electoral fue un compromiso aceptable para los estados que en aquel entonces conformaban la Unión. Los que contaban con una gran población obtenían el grueso de los electores, ya que enviaban el mayor número de diputados al Congreso. Los estados sureños lograron que se contara a los esclavos como parte de la población, a pesar de que estos carecían de los derechos de un ciudadano. Por su parte, los que contaban con pocos habitantes conseguían una influencia desproporcionada en la votación, ya que automáticamente se les concedía dos votos electorales, uno por cada senador.

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