La tensa y angustiada esperanza de renovación que animaba o embargaba a muchos ante la inminencia de la Sexta Legislatura de la Asamblea Nacional (parlamento que entre otras curiosidades cuenta con 26 años de existencia sin que un diputado
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Fidel Castro muestra su 'asombro' tras ser reelegido unánimemente como Presidente del Consejo de Estado. |
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haya presentado un proyecto de ley ni se recuerde una sola votación dividida), volvió a ser defraudada por el continuismo recurrente de los gobernantes cubanos. Nada en la conformación del nuevo Consejo de Estado —verdadero centro del poder— apunta hacia las necesidades, urgencias y anhelos de la sociedad.
Hay que comentar lo que parece ser la fundamentación teórica o académica de ese continuismo. Un trabajo de la periodista María Julia Mayoral, publicado en el diario Granma el 19 de febrero pasado, expone las argumentaciones del profesor y Master en derecho público Omero Acosta, destinadas a analizar y valorar el sistema de gobierno vigente en Cuba en comparación con otras experiencias del mundo occidental.
El profesor Acosta comienza haciendo una valoración histórico-conceptual crítica de los dos sistemas predominantes en el mundo contemporáneo: parlamentario y presidencialista. No obstante las prerrogativas y potestades que se concentran en el individuo elegido, la historia ha demostrado que el sistema presidencialista no es un cheque en blanco ni una incuestionable patente de corso; durante las últimas décadas, son varios —Nixon, Color de Mello, Bucarán, Carlos Andrés Pérez, Mahuad, De la Rua, Fujimori...— los que han sido removidos sobre la base del cuestionamiento institucional y la presión popular sobre sus gestiones o comportamientos.
El sistema parlamentario tiene la ventaja del equilibrio entre las jefaturas de Estado y de Gobierno, además de estar avalado por el respaldo mayoritario otorgado en las urnas a una formación política por el breve lapso de cuatro a seis años, que puede reducirse incluso si las circunstancias lo exigen, y los ejemplos sobran. El planteamiento del profesor Acosta en el sentido de que en los sistemas parlamentarios —fundamentalmente europeos— "los principales asuntos se resuelven, como regla, en el gabinete, y el parlamento ha ido quedando sólo para ratificar medidas", es un reprobable abuso de la ignorancia generalizada sobre el tema, y una ofensa al conocimiento de los informados.
Toda creación o realización humana es imperfecta, acaso incompleta. Los sistemas de gobierno no son una excepción. Pero se trata de sortear y contrarrestar tales deficiencias con los mecanismos institucionales de contrapeso y equilibrio de poderes, la alternancia, la fuerza de la opinión pública libre y plural, y la creciente influencia de los sectores civiles. |