www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/2
 
Factoría de Castro
¿Para quién se produce en las fábricas de Hialeah? ¿La libertad os hará esclavos?
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Los Ángeles
 

Los puristas me acusarán de exagerado cuando diga que Miami no es más que una factoría castrista. Pero esa es precisamente la impresión que tengo; y por esa razón protesto cada vez que veo aparejados, en la misma cláusula o en el mismo ejemplo, a los cimarrones del sur de la Florida con los mayorales que los explotan desde Jaimanitas. Me parece demasiado obvio; no hace falta ser un filósofo para darse cuenta. Sin embargo, son los filósofos quienes más disfrutan —y los que más se benefician— con la comparación. Quedan bien con dios y con el diablo, y de paso adquieren ante los ojos de sus colegas el galardón político de "justos y balanceados", que tampoco luce mal a la hora de pedir trabajos o préstamos en las academias cundidas de fidelistas.

Cubano
Cubano recién llegado a Miami.

No debería extrañarnos que el término que designara un establecimiento comercial situado en una colonia vuelva a servirnos de referencia. La factoría es una invención española: la trajeron los ibéricos a nuestras costas para garantizar el rendimiento de las provincias ultramarinas. Factoría fue San Agustín, como factorías son Union City y Hialeah. A veces creo que no han cambiado de dueño.

Factoría es también como se llama ahora a un "sweat shop", el taller donde sudas delante de la máquina por unos míseros dólares, que el más miserable holgazán rechazaría en Connecticut o en Los Ángeles. La famosa presentadora Kathy Lee Gifford tenía una de estas fábricas en Honduras y tuvo que cerrarla porque los justos no soportaban saber que sus tías llevaban blúmers confeccionados por indios mal pagados y sin seguro médico.

Claro, que esos mismos justos no sienten remordimientos en fumarse un Cohíba o en silbar con Buena Vista, aunque tampoco los tabaqueros ni los músicos cubanos tengan derechos y sirvan en el "sweat shop" autorizado en que se ha convertido Cuba. Pero esa es harina de otro costal: Ray Cooder implementó exitosamente la fórmula "Esclavismo más Electricidad", que parece estarle dando fabulosos resultados, y todos lo siguen. Un bolero no es un blúmer, me dirán. Y ¿a quién se le ocurriría comparar a Cooder con Kathy Lee?

Pero de lo que se trata en este artículo es de demostrar que Miami, a donde nos dijeron que se venía a comer jamón, en realidad, no lo es. No es jamón, quiero decir. A los primeros emigrados se les dijo que allí encontrarían esa sustancia milagrosa, ese maná cubano. No dudo que hayan sido los compañeros del Departamento de Desorientación Ideológica quienes echaron a rodar la especie: con la idealización gastronómica del exilio no ganaba nadie más que los castristas.

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