www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 1/2
 
¿Terroristas o héroes?
La izquierda, 'la mafia de Miami' y la racionalización de la violencia.
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Los Ángeles
 

Comparadas con los actos de terrorismo que cometió el Directorio Estudiantil en los últimos doce meses del batistato, las escaramuzas contrarrevolucionarias de los últimos 45 años arrojan un saldo negativo. Los números no mienten: hemos experimentado un déficit de hechos violentos. Definitivamente, los instintos agresores de los cubanos declinan con cada nueva generación.

P. Carriles
Posada Carriles, en un tribunal panameño.

En la actualidad se maneja el plebiscito, el diálogo cívico, el sufragio y la resistencia pacífica, pero nunca la lucha armada como alternativa viable. En lugar de quejarse, Fidel Castro debía estar satisfecho: su exhortación temprana de "Armas, ¿para qué?" ha sido internalizada, e incorporada al programa de la oposición.

El dictador ha tenido un éxito no menos rotundo con la benévola prensa liberal. La opinión de los medios sobre sus enemigos armados coincide, punto por punto, con la mitología castrista. En su edición del domingo 12 de septiembre de 2004, por poner un ejemplo, el periódico Los Angeles Times publicó en la página de opiniones un artículo de Julia E. Sweig y Peter Kornbluh, en que los autores —dos académicos norteamericanos que han escrito sendos libros sobre Cuba— se admiran de que los cubanos "ultraderechistas" de Miami hayan recibido con vítores y aplausos a Guillermo Novo, Gaspar Jiménez y Pedro Remón.

Dejando a un lado el hecho incontestable de que los tres cumplieron condena por los delitos que se les imputan —y que, por lo menos entre los suyos, su regreso a casa debe ser motivo de alegría—, resultaría provechoso contrastar el tono feroz del ataque de Sweig y Kornbluh con la benigna reseña de Bookfinder, un portal de la Red, sobre la edición inglesa de Vida clandestina, las memorias del terrorista Enrique Oltuski, donde el asesino confeso —aunque nunca convicto— cuenta cándidamente sus aventuras en la clandestinidad.

"Pasión, peligro, y suspenso hacen pedazos la tranquilidad burguesa del joven Enrique Oltuski, un judío cubano de clase media e ingeniero de la Shell, graduado de la Universidad de Miami… Enrique rememora las experiencias de su vida revolucionaria: organizando la guerrilla urbana en La Habana y Santa Clara… iniciando operaciones militares clandestinas —que conllevaron selectivos bombardeos a jefaturas y asesinatos de connotados policías terroristas— y su trabajo con el Che y Fidel en las batallas contra las fuerzas inmensamente superiores del despreciable dictador Fulgencio Batista".

¿Un solapado ataque selectivo?

Por su parte, refiriéndose a la "ultraderecha" miamense, el artículo de Los Angeles Times apuntaba:

"Para una pequeña, aunque poderosa minoría de la comunidad cubanoamericana, la mafia de Posada [Carriles] está integrada por luchadores por la libertad. Pero, a todos los demás, el 11 de septiembre nos ha alertado sobre el peligro de los fanáticos políticos que quieren racionalizar su violencia".

La referencia a una "minoría" violenta, ¿no comporta acaso un solapado ataque selectivo? ¿No es a otra minoría violenta —la de los fanáticos políticos que operan desde La Habana— a quien Panamá, Honduras y El Salvador deben cuatro décadas de desestabilización? Y, ¿por qué poner en guardia a "todos los demás"? En este caso, "minoría" es la sinécdoque con que la izquierda pretende racionalizar su propia suspicacia hacia "todos" los cubanoamericanos.

Las racionalizaciones de la violencia funcionan (ya lo sabemos) en un solo sentido; la racionalidad de un bando, conlleva necesariamente la "irracionalidad" del otro. En 1955 Batista decretó una amnistía para los dos bandos involucrados en la carnicería del Cuartel Moncada. Para los dos: los "asaltantes" del 26 de Julio y las tropas gubernamentales que cometieron atrocidades durante esa tragedia inaugural de nuestra historia moderna.

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