www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
  Parte 2/2
 
El encanto de la solidaridad
Ofrecer a los necesitados de afuera lo que claman a gritos los de adentro: La 'inspiración altruista' del gobierno cubano.
por EVA GONZáLEZ, La Habana
 

Sin embargo, he aquí que el gobierno cubano, a su vez, tuvo la impudicia de utilizar la desgracia de tantos seres humanos para sus piruetas políticas. A sólo 48 horas del paso del huracán y de su rastro de muerte y destrucción, La Habana exhibió nuevamente su capacidad solidaria con la oferta de un contingente de más de mil médicos para ser enviados —con botiquines y hospitales de campaña— a la zona de la catástrofe.

No se precisa ser un observador muy agudo para atisbar la hipocresía del gesto. Se trata de una provocación que, en cualquier caso, sólo arroja dividendos positivos al régimen. Si la administración estadounidense hubiera aceptado la ayuda de Cuba, el gesto hubiese servido para la reafirmación ante el mundo de "la vocación humana sin límites de la que es capaz la revolución" y "el apoyo incondicional del pueblo cubano a su máximo líder", refrendado en la "respuesta" inmediata de los más de mil galenos reclutados en dos días.

Tampoco se requiere mucha agudeza para descubrir otros códigos ocultos en la actitud de Castro. Sólo un gobierno totalitario es capaz de movilizar tamaña cantidad de profesionales de la medicina en tan escaso tiempo. Sólo un gobierno que considere a sus nacionales como soldados, puede crear un ejército en tiempo récord, sea este de médicos, maestros, trabajadores sociales, constructores o de agricultores (antaño también se hubiera hablado de macheteros).

Solidaridad selectiva

Expresar la solidaridad de una nación pequeña y "bloqueada" —para parafrasear el discurso oficial— ante el rico y poderoso país "caído en desgracia", era una tentación demasiado fuerte para La Habana, y de inmediato montó la escenografía. Los televidentes, en la Isla, miraron perplejos el acto de investidura oficial del contingente médico listo para partir a la nueva cruzada humanitaria. Una sala de teatro repleta de médicos con sus impecables uniformes y sus mochilas verde olivo y que escuchaban serios y solemnes los discursos exaltados de los oradores que enaltecían "el desinterés y sentido humano de la solidaridad de la revolución con los pueblos hermanos", incluido el de una nación satanizada en Cuba durante décadas.

Para que no faltase ningún ingrediente al espectáculo, ya el contingente tenía asignado un nombre muy a propósito: "Henry Reeve". En memoria de aquel joven norteamericano conocido como "El Inglesito", que combatiera junto a los patriotas cubanos en la primera guerra de independencia, en el siglo XIX. Así pues, la escena fue aderezada y puesta a punto para presentar al mundo un ejemplo perfecto de ejercicio solidario.

Como colofón, en un magistral toque de comediante, el líder cubano aprovechó su asistencia a la cumbre de Petrocaribe, celebrada en Jamaica en los días posteriores al desastre de Katrina, para solicitar a una cantante en la gala cultural de dicho evento que interpretara un blues en memoria de las víctimas. Todo esto sin asomo de sonrojo, sin perder la compostura mayestática, ni parpadear. Sería francamente risible si no se tratara de una calamidad.

Algunos cubanos se han preguntado por las causas de tanta fanfarria en torno a la ayuda ofrecida a las víctimas del Katrina, en contraste con la discreta presencia, meses atrás, de una brigada médica cubana en la zona del tsunami en Asia. Este hecho no tuvo mucha cobertura de la prensa oficialista, pese a que el número de muertos, desaparecidos y damnificados fue muy superior. ¿No precisaban también de un enorme apoyo solidario las víctimas del tsunami?

Evidentemente, esta solidaridad selectiva, cuidadosamente calculada, hace dudar de la sinceridad del gobierno cubano. Hasta dónde se prolongará la saga lamentable de esta pantomima política.

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