www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 1/3
 
Diversidad, resignación y ayuda
¿Cómo apoyar el diálogo y la guerra al mismo tiempo? Un análisis de la última encuesta realizada a los exiliados cubanos en el sur de la Florida.
por ALEJANDRO ARMENGOL, Miami
 

La mayoría de los exiliados que viven en el sur de la Florida apoyan cualquier medida para salir de Fidel Castro, al tiempo que no lo ven posible su fin en un futuro cercano. Esta afirmación desalentadora es una de las conclusiones de la última encuesta sobre la política de Estados Unidos hacia Cuba. No es un hallazgo sorpresivo.

Mientras ha aumentado la resignación y el desencanto, ha crecido la ayuda a quienes viven en la Isla y el apoyo a las medidas que permiten la venta de alimentos y medicinas. Hoy son menos los que se oponen al levantamiento de la prohibición de viajes.

Estos dos polos caracterizan al exilio floridano. Una comunidad que se declara en favor del embargo y de la lucha armada contra Castro, pero cuyos miembros viajan a la Isla y envían remesas. No hay una renuncia a las declaraciones políticas que tradicionalmente han caracterizado a la comunidad, pero se espera poco de esta actitud y en la práctica se da prioridad a las necesidades de quienes quedaron atrás.

El tercer aspecto que evidencia la encuesta es el más interesante. Son las diferencias entre los exiliados llegados entre 1959 y 1964 y los que arribaron después de 1985. Las discrepancias fundamentales no radican en el rechazo o el apoyo al embargo, la actitud hacia el derrocamiento del régimen por la vía militar y la posición frente a la disidencia interna, sino en cuestiones más cotidianas: las remesas, los viajes a la Isla, las ventas de alimentos y medicinas y los conciertos en Miami de artistas residentes en Cuba. No se trata de un enfrentamiento ideológico entre sectores del exilio, sino de puntos de vista divergentes en aspectos relativamente secundarios, magnificados por el sector más intransigente. Sólo en la posibilidad del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y el gobierno cubano estas disimilitudes adquieren una clara dimensión política.

El sondeo —realizado en conjunto por el Instituto de Investigaciones de la Opinión Pública y el Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de la Florida (FIU)— es el más importante de los frecuentes estudios sobre las opiniones de los exiliados que se llevan a cabo en esta ciudad, por su rigor, alcance de la muestra y antigüedad. Sus hallazgos siempre han generado la polémica y en ocasiones el rechazo del sector de "línea dura", ya que una y otra vez demuestran la ausencia de un exilio monolítico e intransigente. Aunque las respuestas son tan diversas que cada grupo político puede esgrimir cifras en apoyo de sus planteamientos.

El diálogo y las armas

El resultado que más enfurecerá al exilio tradicional es que aproximadamente el 55,7% de los que respondieron señalan que favorecen un diálogo entre el exilio, la disidencia interna y el gobierno cubano. Es un ligero avance con respecto a la cifra obtenida en 2000, cuando un 51% manifestó igual opinión. La mayor parte de los exiliados piensa que el próximo mandatario cubano debe ser un residente en la Isla —con un 51,8% apoyando esta opción—, mientras que el 20,3% opina que debe ser alguien que vive en el exilio.

En general, da la impresión que la moderación se abre paso con lentitud. Pero estos datos deben confrontarse con el apoyo mayoritario hacia una acción armada por grupos del exilio. Quienes favorecen esta confrontación son ahora el 60,2% —un descenso respecto al 69,9% del sondeo previo—, mientras que la aprobación de una invasión norteamericana a la Isla —que en la actualidad cuenta con el beneplácito del 60% de los encuestados— se mantiene estadísticamente inalterable en relación con el resultado obtenido en el año 2000.

¿Cómo apoyar el diálogo y la guerra al mismo tiempo? La explicación está en el estancamiento de la situación en la Isla. La renuencia total a cualquier tipo de solución negociada, por parte del gobernante cubano, hace que la alternativa armada mantenga su vigencia entre los exiliados —aunque sea como principio—, por más que no exista una posibilidad real e inmediata de que ésta se materialice.

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