Cartas
www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005 www.cubaencuentro.com

Si como dice el autor de La revolución de Noriega, "la administración Bush ha manejado con acierto las relaciones con Brasil, Argentina y Chile, precisamente por desarrollar un enfoque creativo, desideologizado y flexible", ha sido porque estos tres países, a su vez, han desarrollado hacia Estados Unidos un enfoque "creativo, desideologizado y flexible". Algo que el gobierno cubano no ha intentado hacia Estados Unidos, más bien lo contrario, durante las oportunidades que otras administraciones —Carter, Clinton— le ofrecieron.

Aunque no suelo utilizar muchas imágenes al referirme al régimen de La Habana, considero válida la de "11 millones de presos políticos", referida a los habitantes de Cuba, al parecer utilizada por Roger Noriega. Sólo le recuerdo al autor que aún las personas con quienes no coincidimos pueden brindarnos ideas válidas; valgan las rígidas limitaciones de expresión, asociación y de movimiento impuestas por el gobierno de Fidel Castro sobre los cubanos, vigentes desde hace cuatro décadas en la Isla, sin modificaciones.

Lamentablemente sí, Castro es "algo más que un carcelero". Ha sido el artífice de un perverso régimen autoritario de izquierda, que ha sobrevivido a la caída de la Unión Soviética por muchas razones, entre ellas, por la férrea represión que ejerce en la Isla no sólo contra los disidentes, de la cual muchos cubanos hemos preferido escapar a enfrentar, como sí hicieron los 75, pero también los cientos de prisioneros políticos que están todavía en las cárceles. Pero de estos no creo que se acuerden ni el señor Zapatero, ni las autoridades cubanas. Sólo con una docena de prisioneros bajo licencia extrapenal fuera, controlados por los aparatos de seguridad cubanos, se cumple el "toma y daca".

Sería bueno que en otro artículo el autor abundara sobre lo que ha calificado como "solución constructiva en torno al centro político cubano", a qué sectores, grupos o individuos del gobierno cubano se refiere —si es que se trata de otros además de Castro—, potenciales entidades internacionales dispuestas a iniciar o a continuar contactos y posibles puntos de la agenda, además de la intención del señor Zapatero y de otros mandatarios europeos de "destrabar" las relaciones con La Habana para que mejor fluyan sus negocios. Es una de esas imprecisiones que requerirían de mayor aclaración en el trabajo de López Levy.

Ana J. Faya,
Ottawa

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