www.cubaencuentro.com Viernes, 04 de abril de 2003

 
Parte 2/3
 
Un suculento festín de poesía
En 1945, Emma Pérez Téllez publica 'Isla con sol', hermoso poemario para niños que aún sigue condenado al olvido.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Con ese bagaje como creadora, Emma Pérez Téllez acometió la redacción de un poemario para niños destinado a servir en su trabajo en el aula a los maestros. Su militancia en el campo educativo apenas le dejaba "un margen de ocio para esmaltarlo de poesía". De modo que dedicó sus vacaciones a esa labor, convencida de que "nunca un escritor es más grande, ni nunca se llena más de gloria que cuando escribe para niños". El fruto de su esfuerzo vio la luz a comienzos de enero de 1945, cuando salió de la imprenta Isla con sol, un grueso volumen de 508 páginas en el cual reunió 204 poemas. Obra insólita no sólo en el panorama literario cubano, sino en todo el ámbito hispanoamericano, fue saludada como un "libro precioso y singular" por Herminio Almendros, quien en una carta que dirigió a la autora expresa: "Es un libro del que puede usted enorgullecerse. Es singular en verdad. ¿Qué otro poeta, de aquí y de allá, puede mostrar un tan fresco, lleno de aciertos y nutrido libro de poemas para la infancia? Los recopiladores al estilo de Bediales se habrán quedado perplejos al conocerlos. Porque, en verdad, es un ejemplo singular".

Isla con sol se abre con un prólogo para los maestros, aunque la autora advierte que la suya es una obra dirigida a los alumnos. Su lectura es, pienso, fundamental, porque en las ideas y juicios que expone en esas páginas, Pérez Téllez demuestra que tenía un concepto preciso y bien orientado de lo que debe ser la literatura para niños. Empieza por lamentarse de la pobreza ("una pobreza que es ya indigencia") que hasta entonces presentaba nuestra literatura infantil. Critica los pocos textos poéticos que se incluyen en los libros de lectura, y considera que lo peor es que muchos son de "una inadecuación tristísima". Acerca del debatido asunto de si la poesía es accesible a los niños, no duda en afirmar que sí lo es, ya que "el niño se expresa en imágenes, es ingenuo, se está empinando maravillosamente hacia el futuro, es, en una palabra, poeta". Defiendo que esos textos no pueden ser desterrados de la escuela bajo ningún concepto utilitario, pues también ayudan a preparar para la vida. Sobre todo, añade, los realistas, de los cuales considera —y aquí incorpora un juicio de mucha lucidez— "no es preciso erradicar lo fantástico, porque para los niños lo real está hecho de fantasías precisamente". Asimismo, para ella, la literatura para niños, además de ser un instrumento didáctico y formativo capaz de superar a cualquier otro, debe poseer un valor intrínseco. Insiste por eso en que ese rol educativo debe cumplirlo "sin que se lo proponga directamente, o al menos, sin dejar ni sospechar que se lo ha propuesto". Y anota, por último, que en el aula el niño debe ser "otra cosa, esa maravillosa cosa distinta que es cuando se le deja ser niño. Es necesario que construyamos la escuela niño. Que dejemos a los escolares, mejor dicho, en libertad y en alegría de construirla ellos mismos".

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