www.cubaencuentro.com Viernes, 04 de abril de 2003

 
Parte 3/3
 
Un suculento festín de poesía
En 1945, Emma Pérez Téllez publica 'Isla con sol', hermoso poemario para niños que aún sigue condenado al olvido.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Lo que sigue después es un verdadero festín de poesía, un suculento banquete donde hay para complacer los gustos de los lectores de diferentes edades. ¿Que se trata de un alumno o una alumna a quienes le encantan los personajes fantásticos? Pues para ellos hay todo un bloque, en donde las travesuras de los duendes están vistas con una gran simpatía, las hadas aparecen recreadas con toda su belleza y los villanos, como reclama ese público, en derrota. ¿Que otro u otra prefiere, por el contrario, que le narren versiones remozadas de los cuentos tradicionales? Pues Pérez Téllez le ofrece una Caperucita que va a visitar a su abuela en "una maquinita tan roja como su gorro", y una Cenicienta que vive en La Habana, escucha la radio y conoce a su galán en un cruce telefónico. ¿Canciones de cuna para que las madres duerman a sus pequeños o las niñas a sus muñecas? De ellas hay una amplia selección, pues para la autora se trata de canciones que no mueren, que son inmortales, y que "son a la primera infancia tan sueño como el sueño mismo". ¿Trabalenguas, textos sobre figuras y asuntos patrióticos, sobre motivos folclóricos, sobre animales y plantas, sobre la vida en el hogar y la escuela? También los hay en Isla con sol. E incluso hay también páginas destinadas a captar el interés de los lectores escasos de sensibilidad poética, y para aquellos que sienten hacia lo poético o simplemente literario una especie de rubor, de invencible vergüenza, "como si ello fuera poco viril". Tan variada gama de temas se subordina, sin embargo, a un eje central: "el estímulo al esfuerzo cotidiano y alegre". Y en efecto, aunque Pérez Téllez no escamotee las aristas más tristes de la realidad, ha escrito un libro que, ante todo, rebosa alegría y amor por la vida.

Quinientas ocho páginas son ciertamente muchas páginas, y sería absurdo pretender que Emma Pérez Téllez logre igual nivel de creatividad e imaginación en todos los textos. Pero en conjunto, en Isla con sol predomina la buena poesía, el balance general es muy notable y hay unas cuantas piezas que merecen figurar en cualquier antología de la mejor poesía para niños escrita en Cuba. Anochecer es un ejemplo: "Tomeguín del Pinar,/ ¿de dónde vienes?/ -De pintar pentagramas/ con trinos breves.// Y, ¿dónde los pintaste,/ plumitas finas?/ -Sobre una linda falda/ de muselina.// -¿Quién llevaba la falda,/ mi pintorzuelo?/ -La tarde la llevaba,/ llena de vuelos.// -Voy a salir a verla,/ ¿por dónde irá?/ -Pregúntale a la brisa/ del guayabal". El admirable equilibrio de los elementos formales, el dominio de las imágenes, el lirismo tierno y delicado, el acertado empleo de los diminutivos, la belleza y frescura de la rima, evidencian que nos hallamos ante una magnífica poeta. ¿Otra muestra? La noche, donde la autora incorpora un humor suave y juguetón: "La noche vino/ con desparpajo,/ tiznó el jardín/ de arriba a abajo/ untó de hollín/ rosas y lilas/ ¡qué carbonera/ tan engreída!// Pero después/ salió la luna/ y una moneda/ de plata pura/ echó al jardín/ quien se compró/ jabón lumínico/ y se lavó./ Hoja por hoja/ y flor por flor,/ todo el hollín/ se lo quitó.// ¡Señora Tizne,/ que papelón!". Con textos como éstos, que, insisto, abundan en Isla con sol —puedo citar algunos más: Balada, Diálogo alto, Mi abuelita, Balada muy breve, Cancioncita sin miedo, Baladita de la suma imposible—, se podría compilar un volumen que no desmerecería al lado de títulos considerados hoy clásicos, como Romancero de la maestrilla, de Renée Potts; Juegos y otros poemas, de Mirta Aguirre; Por el mar de las Antillas anda un barco de papel, de Nicolás Guillén, y La flauta de chocolate, de Dora Alonso.

Isla con sol es, en resumen, una obra de méritos literarios muy notables, y de ningún modo merece el olvido en el que, más de medio siglo después de su publicación, se le sigue manteniendo. Sería una insensibilidad lamentable que a Emma Pérez Téllez no se le acabe de reconocer el derecho a ser tenida en cuenta por tan significativo aporte a la literatura cubana para niños.

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