www.cubaencuentro.com Martes, 15 de abril de 2003

 
Parte 1/2
 
La Época de Oro
La muestra 'Art and Design in the Modern Age' reúne carteles, carátulas de discos, postales, menús… de una etapa de privilegio para las artes gráficas criollas.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Durante los próximos meses, se podrá ver en The Wolfsonian, el museo de la Universidad Internacional de la Florida ubicado en Miami Beach (1001 Lincoln Avenue), una estupenda y atractiva exposición que, bajo el título de Art and Design in the Modern Age, ilustra el impacto cultural que han tenido las artes visuales en el mundo moderno. Como parte de esa
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amplia muestra, una de las salas ha sido dedicada a acoger una selección de las trescientas piezas donadas a esa institución por Vicki Gold Levi, coautora, junto con Steven Heller, del libro Cuba Style. Graphics from the Golden Age of Design (Princeton Architectural Press, Nueva York, 2002).

A pesar de que se trata, ya digo, de una parte más bien reducida de la colección completa cedida al Wolfsonian, a través de ella el visitante puede hacerse una idea de la riqueza, la calidad y el dinamismo alcanzados por las artes gráficas en Cuba durante la primera mitad del siglo pasado, que, en opinión de Gold Levi, constituye su Época de Oro. Conviene aclarar que en este caso el término artes gráficas ha sido aplicado en su sentido más amplio. Así, junto a cubiertas de revistas, carteles de películas y carátulas de discos, hallamos etiquetas de botellas de cerveza, postales, anuncios de tiendas, abanicos de cartón y cajas de cigarros, que vienen a ser exponentes de la manifestación de un arte más utilitario y efímero.

La buena salud que disfrutó el diseño gráfico en esa etapa tiene que ver con el despegue económico experimentado por Cuba en sus primeras dos décadas como nación independiente. Gracias a ello, se abrieron hoteles, restaurantes, bares, tiendas y farmacias, que vinieron a servir las demandas de la nueva clientela. Todos esos establecimientos y comercios necesitaban darse a conocer, y para esto los diseñadores concibieron un universo de imágenes persuasivas y de mensajes gráficos que ayudaran a vender esos servicios y productos. Eso en cuanto a los consumidores locales. Por otro lado, había que atender la masa de turistas norteamericanos que pronto empezaron a llegar, en busca no sólo del clima tropical y de las costumbres cosmopolitas de la Isla, sino también de los placeres del alcohol y el juego, entonces prohibidos en los Estados Unidos. Lo cual llevó al Gobierno de la Isla a crear en 1919 un Buró Nacional de Turismo y a legalizar el juego. Cuba pasó así a ser idealizada como el oasis caribeño para los turistas norteamericanos, un mito que los diseñadores ayudaron a que se hiciese muy común.

Esa publicidad estimuló la avidez de los turistas y perpetuó la demanda, con lo cual para muchos norteamericanos Cuba personificaba un paraíso fácilmente accesible, dada su cercanía geográfica. A fines de los años veinte, fue inaugurado un vuelo diario entre Cayo Hueso y La Habana, y nuestra capital fue una de las primeras ciudades de América Latina que contó con un aeropuerto internacional. A su vez, esa oleada de turistas de Estados Unidos obligó a los diseñadores a adaptarse a ese destinatario. El inglés se incorporó a los anuncios de hoteles, aerolíneas, cruceros, restaurantes, bares y cabarets, y se hicieron usuales reclamos como "Vacations? Where? Cuba is the answer!","Visit Cuba, Land of Romance, Holiday Isle of the Tropics", "Cuba, Ideal Vacation, The Land of the Eternal Spring" y "Cuba, Land of Fiesta and Siesta". Se impuso además una visión gráfica de la Isla que combina realidad e idealismo: las virtudes turísticas de nuestro país eran glorificadas a través de motivos emblemáticos como playas soleadas, palmeras balanceándose con la suave brisa, instrumentos musicales y sensuales mulatas que bailan rumba (las figuras masculinas aparecieron muy pocas veces). Fue particularmente eficaz para instaurar la fama de La Habana como una legendaria galaxia de cabarets y centros nocturnos, cuyo sabor y glamour el escritor Guillermo Cabrera Infante luego recrearía con tanto acierto.

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