Pero no toda la música para cine producida en los setenta la acaparó el GES. El cineasta Enrique Pineda Barnet contó para sus filmes con el concurso del músico Carlos Fariñas. En tanto, Sara Gómez, para su película De cierta manera (1974), se amparó en las creaciones de Sergio Vitier, probablemente el compositor que más música ha compuesto para el cine nacional, junto a Leo Brower si se habla de trascendencia. Asimismo, el cineasta Manuel Octavio Gómez aprovechó también a Vitier en sus primeras entregas cinematográficas.
Según el crítico Leonardo Acosta, De cierta manera ha sido el largometraje mejor logrado desde el punto de vista de la integración de la música, ya que los ambientes marginales en que se mueve la cámara están muy bien relacionados con la banda sonora. Este filme no encarna un ideal femenino, como es el caso de Lucía (1968), de Humberto Solás, sino que se construye en torno a un sujeto individual, quien confronta las dificultades de la pervivencia del atavismo y el machismo en el contexto de un cambio social radical.
Pero Tomás Gutiérrez Alea (Titón) es quien marca en sus películas un ritmo único de colaboración con los músicos, lo cual quedará para la historia de estos años. Antes de iniciar la filmación de Una pelea cubana contra los demonios (1971), Titón discutió minuciosamente con el excelente guitarrista y compositor Jesús Ortega acerca de la música incidental de la película. Ortega realizó una impecable versión de obras del compositor español Gaspar Sanz para un grupo compuesto por vihuela, laúd, flauta y tres tambores. Aunque en el filme sólo se escuchan treinta segundos de esta interpretación, resultó una experiencia de importante interés musicológico.
Con Leo Brower, Titón reafirmó una comunicación notable en dos de sus películas. En estos años, Brower llegó a decantarse por una creación musical de una sencillez impactante a partir de la economía de recursos, como lo demuestran las partituras de La última cena (1976) y Los sobrevivientes (1978), ambas de Gutiérrez Alea. Esta última realizada con la colaboración de Antonio Benítez Rojo en el guión. Leo Brower resuelve algunas secuencias sólo con percusión y otras con una fanfarria de metales o con un coro femenino o mixto, manteniendo siempre una homogeneidad ajena a todo eclecticismo. Los sobrevivientes permite recrear estéticas alternativas en el abordaje del tema político, frente a la presunción del neorrealismo que dominó las primeras décadas del nuevo cine cubano. En esta película se representa la suerte de una familia de origen aristocrático que espera con ansiedad el fin del proyecto revolucionario. En un encierro rayano en lo incestuoso, y que "supera en lo grotesco la atmósfera de El discreto encanto de la burguesía, de Luis Buñuel, la familia evita 'contaminarse' con las nuevas ideas que conducen el destino del país". Son muchos los que afirman que se trata de la familia Loynaz del Castillo, lo cual permanece aún en el terreno de la especulación.
El cineasta Sergio Giral realizó unos siete filmes durante la década de los setenta, pero sin duda su trilogía El otro Francisco (1974), Rancheador (1976) y Maluala —esta última con música de Sergio Vitier— va a destacar por constituir una nueva manera de ver la realidad histórica del negro en Cuba y por una fuerte presencia musical con tendencias cercanas a lo afrocubano. |
