Estilo directo, pero cuidado
Buena parte de la eficacia comunicativa y el encanto que poseen estas canciones se deben a la fluidez de sus letras, que van desarrollándose en su discurso con la misma naturalidad y sencillez con que lo hace la música. Nada de sintaxis enrevesada, ni de términos rebuscados. Ferrer no confunde novedad con pesadez, énfasis con hondura. Prefiere optar por un estilo directo y terso, pero también cuidado: "¿Madre, de quién aprendiste/ que al ver caer un lucero/ si pedimos en voz baja/ se nos realiza el anhelo?/ ¿Cuántas luces promisorias/ bajaron a tu pañuelo/ y en silencio les pediste/ lo que jamás concedieron?". Estamos ante magníficas composiciones, en las cuales la música popular recupera la poesía en su primigenia pureza.
Musicalmente son además canciones muy bien hechas, y cada una posee el arreglo que mejor hace lucir sus cualidades. Las más intimistas y líricas, como La desnudez de Mario Ague, Domitila quiere darme y Espuma y arena, sólo llevan, aparte de las voces, guitarra, tres y cajón. A las más bailables, en cambio, se adicionaron instrumentos como marcas, contrabajo, percusión, trompetas.
Las grabaciones fueron hechas no en los Estudios Abdala, como erróneamente se dice en la edición del disco de 1999, sino en el pequeño estudio que Ferrer ha montado en su casa. Gracias a eso, como él comentó, ha logrado plasmar una gran parte de su obra, "aunque sólo sea para dejársela a mis hijas con una calidad digna".
Se trata además de temas hechos a la medida de las cualidades interpretativas de quien los canta, lo que no ha sido obstáculo para que algunos de ellos hayan sido incorporados exitosamente a su repertorio por artistas como Celia Cruz, Issac Delgado, Willy Chirino, Danny Rivera y Miriam Ramos. La voz expresiva, fresca, de atractivo timbre y limpia articulación de Ferrer demuestra su ductilidad y se amolda por igual a los distintos estilos y registros por los que transita el disco.
En estas versiones, Pedro Luis Ferrer cuenta con la colaboración de su hija Lena, quien además de tocar el güiro y el cajón e intervenir en los coros, hace dúo con él en Espuma y arena y La desnudez de Mario Ague. Y hay que reconocer que ambos temas ganan mucho y se enriquecen con su agradable calidez vocal. Ferrer, por otra parte, se encarga del acompañamiento con guitarra y tres, y hay que decir que es una delicia escuchar lo bien que suenan esos instrumentos cuando son tocados tan diestramente.
Ésta es, en fin, la parte de la obra de Pedro Luis Ferrer a la cual nos permiten tener acceso. La otra nos sigue estando vedada, y no parece que esta situación vaya a cambiar de inmediato. Hace pocas semanas apareció en Estados Unidos el disco Habana Caliente Vol. 1, que recoge temas, entre otros, de Barbarito Torres, Los Van Van, Adalberto Álvarez, Omara Portuondo y Conchita Torres. Ferrer está representado por… Espuma y arena. Él, no obstante, se lo toma con filosofía:
"No me siento afectado por el hecho de que mi trabajo no se dé a conocer por los medios masivos. Puede ser que a los programadores no les guste lo que digo en mis letras. Yo me conformo con seguir escribiendo, componiendo, en mi pequeño estudio de grabación que es también un taller de experimentación. Tal vez esta coyuntura me permita realizar una de las mayores aspiraciones de un artista: la de crear libremente, sin que ningún mecanismo externo influya en ese proceso. Y si logro ese propósito, no me preocupa continuar alejado de los medios de difusión. Por lo demás, sé que al final, de una forma u otra, mi música va a ocupar el lugar que le corresponde en la preferencia del público, y va a ser recordada por la gente o no. Pero eso sólo depende de su calidad". |
