www.cubaencuentro.com Lunes, 31 de mayo de 2004

 
Parte 1/2
 
El rey del bongó y la conga
A fines de este mes arriba a los ochenta años Armando Peraza, uno de los percusionistas latinos más legendarios e influyentes.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Hay artistas que descubren su vocación desde la infancia y orientan su existencia para materializarla. A otros, en cambio, les llega por la vía siempre impredecible del azar. A estos últimos pertenece Armando Peraza (La Habana, 1924), quien el próximo 30 de mayo arribará a sus ochenta años.

A. Peraza
Armando Peraza.

Huérfano del padre a los tres años y de la madre a los siete, desde niño tuvo que trabajar para mantenerse. Entre otros, desempeñó los empleos de entrenador de boxeo y vendedor de frutas y vegetales. Su sueño era convertirse en un pelotero famoso y llegar a jugar en Estados Unidos, en el estadio de los Yankees.

Un día, cuando tenía diecisiete años, mientras aguardaba el autobús le oyó decir al hermano de uno de sus compañeros del equipo de béisbol que necesitaba un percusionista para su banda. Se trataba de Alberto Ruiz, director del Conjunto Kubavana, entonces uno de los más populares de La Habana.

Peraza nunca había puesto la mano sobre un bongó, pero atravesaba por una difícil situación económica, así que mintió a Ruiz. Lo convenció además para que le comprase por seis pesos una tumbadora, y pasó toda la tarde practicando. Esa noche debutó como percusionista e inició una brillante y dilatada carrera que se extendió por más de seis décadas y que lo situó en la selecta categoría de los maestros de la música popular latina.

A partir de esa fecha, Peraza desarrolló una intensa actividad como músico, aunque por algún tiempo la tuvo que compartir aún con su trabajo como obrero de la construcción. La experiencia con diferentes bandas le dio la oportunidad de ir perfilando un estilo propio, y también de conocer y hacer amistad con artistas como Armando Patato Valdés y Mongo Santamaría. En 1949, este último se hallaba tocando en México con los Black Diamods y se enfermó.

La madre de Santamaría, que había sido clienta suya cuando era vendedor de frutas, llamó a Peraza para comentarle que necesitaban un percusionista que sustituyera a su hijo. Fue así como se trasladó a México, donde luego tocó junto con Santamaría. De sus actuaciones en ese país, Peraza recuerda de modo especial las que realizó con las Mulatas del Fuego y con Celia Cruz, quien comenta le pagó muy bien.

Algunos meses después, Pereza pasó a Estados Unidos, donde tuvo una ascensión vertiginosa. Tan pronto llegó a Nueva York, Charlie Parker lo invitó para que tocase en el disco que estaba grabando con el trompetista Buddy Rich. Viene luego un momento decisivo de su trayectoria, cuando acepta unirse al grupo de George Shearing. Los once años que trabajó con éste contribuyeron a que el jazz latino empezara a ser reconocido y aceptado. Peraza agradece a Shering el haberle dado la gran oportunidad de su vida, y compuso junto con él algunos de los temas que figuran en el disco Latin Escapades (1956).

Al expirar en 1952 su permiso de trabajo en Estados Unidos, Peraza tuvo que volver a México para tramitar desde allí la residencia. Algo que pese a contar con un contrato no le fue fácil. Eran los tiempos de la segregación racial, y como él ha recordado hubo muchas veces en que le fue difícil encontrar un sitio donde comer o donde quedarse. Padeció además una doble segregación: en los barrios de los afroamericanos era despreciado porque no sabía hablar inglés, y en el de los latinos era discriminado por el color de su piel.

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