www.cubaencuentro.com Jueves, 08 de julio de 2004

 
  Parte 1/3
 
'Soy un esclavo del baile'
José Manuel Carreño, galardonado con el Dance Magazine Award en Estados Unidos, ya ocupa un lugar cimero en la historia del ballet.
por ARMANDO LóPEZ, Nueva Jersey
 

El bailarín José Manuel Carreño ha sido galardonado con el Oscar de la danza, el Dance Magazine Award, también entregado a leyendas como Rudolp Nureyev y Mijail Barishnikov. Calificado como un regalo de la escena, este muchacho tímido, nacido en el habanero barrio de Colón, ya ocupa un lugar cimero en la historia del ballet.

Carreño
José Manuel Carreño.

"En escena, es como una mezcla entre un gato salvaje y un príncipe. Llegó al American Ballet Theater con el extraordinario entrenamiento cubano. Es un bailarín de mucha bravura. Su técnica no aplasta, la deja fluir con extrema elegancia. Las primeras bailarinas aman trabajar con él", afirma Kevin McKenzie, director artístico del American Ballet Theater.

Desde que Carreño era un niño, sus dos tíos, Álvaro y Lázaro Carreño, figuras del Ballet Nacional de Cuba, lo llevaban de la mano hasta la escuela elemental Alejo Carpentier —más conocida como L y 19—, en el barrio habanero de El Vedado.

"Yo lo recuerdo de niño, sentado en el suelo, mirando la clase, con ojos fijos, fascinado. Apoyaba su barbilla sobre sus manos y observaba todo. Pienso que él era un bailarín antes de nacer. ¡Un triunfador! Lo supe desde entonces", ha dicho Alicia Alonso, quien recibiera también el Dance Magazine Award, en 1957, cuando era la estrella del ABT y antes de fundar el Ballet Nacional de Cuba (BNC).

Carreño bailó con el BNC durante cuatro años, antes de obtener medalla de Oro en Nueva York, y el Grand Prix, en Jackson, Missisippi, la competencia de ballet más importante de Estados Unidos. El premio le ganó un lugar en el Ballet Nacional de Inglaterra y en el Ballet Real de Londres.

Pero su completa realización llegó cuando se unió al American Ballet Theater, en 1995, como partenaire de Susan Jaffe, a quien se le hace un nudo en la garganta cuando lo ve bailar. "José me hizo sentir segura —expresa la diva, retirada en 2002—. Yo sabía que cualquier gesto, cualquier paso que yo acometiera, él lo engrandecería, lo haría parecer hermoso. Porque José se proyecta como un amante latino. ¡Es tan cubano! ¡Tan sensual! Cuando bailaba con él, sentía latir su corazón".

Carreño me muestra su afición a la fotografía, su colección de fotos del perfil de Manhattan, que toma en su poco tiempo libre, desde su terraza, al borde de un acantilado sobre el río Hudson, en Nueva Jersey. Son fotos espléndidas, que muestran la sensibilidad del artista. Los rascacielos envueltos en la bruma, el Empire State asomando entre la niebla, el sol reflejado en las desaparecidas Torres Gemelas. "Amo esta ciudad", afirma. Su apartamento recuerda a los de La Habana, con paredes cubiertas por retratos, cuadros de pintores cubanos y plantas tropicales. Su esposa Lourdes ya es ama de casa. Acaba de hacer un flan de caramelo. Sus hijas, Carmen, de 16, y Alessandra, de 6, bullangueramente se disputan al padre, que acaba de regresar de uno de sus viajes.

¿Qué sentiste cuando empezaste a bailar en el American Ballet Theater?

Sentía de nuevo que podía bailar como quería, ser libre en mis movimientos. Mi sueño, siempre había querido bailar en el American Ballet Theater, donde confluyen todas las escuelas y técnicas.

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