www.cubaencuentro.com Miércoles, 08 de septiembre de 2004

 
  Parte 2/2
 
La voz de 'Guanabo Gay'
El escritor José Prats Sariol comenta su más reciente novela, que rinde homenaje a relevantes escritores homosexuales cubanos.
 

La corrupción del español participa de un proceso mundial de imposturas y tramoyas. Se piensa y se habla cada día con más enmascaramientos. Los poderes nunca han cejado en su labor de reducirnos a la obediencia. Homófonos y homofóbicos navegan por los mismos satélites.

Virgilio Piñera —el dramaturgo genial de Dos viejos pánicos—bien lo supo desde los años cuarenta, desde su ensayo sobre Albert Camus, cuando supo arremeter contra las concesiones artísticas, que empezaban por abroquelarse en la arrogancia del aislamiento. El culto desparpajo de su voz, unida a la de José Rodríguez Feo, tiene la gracia hiriente, la procacidad divertida que sirve de antídoto contra los hieratismos del lenguaje, de la vida. Oírlo en la casa de Lezama o en El Carmelo de Calzada fue en mi adolescencia y juventud una iniciación contra los mandatos, una asignatura que cursé —curso— para la crítica felicidad que cada noche establezco con mi almohada.

Reinaldo Arenas —compañero de aula en la universidad y en el Curso Délfico de Trocadero 162— también me enseñó no a ser libre —plañidera entelequia—, sino a darle sentido a mi escritura luchando cada día por serlo. La simpatía de su seseo se envolvía en una pronunciada curva de entonación hacia los ángeles y demonios. Lenguaraz como ninguno de mi generación, la tragedia de su vida enaltece la rabia en sus narraciones cuajadas de sarcasmos.

Al más simpático y generoso del cuarteto —Severo Sarduy— le conocí en París. Aún tintinean en mis oídos las lágrimas de los dos cuando puso un disco de Bola de Nieve. Si el neobarroco tiene sentido es con él, bajo su manierismo lezamiano, con sus novelas colibríes y sus pájaros en los salitrosos sanatorios del mundo.

Guanabo gay (sus tres capítulos: Boca Ciega, Trocadero y El Vedado) juega con el tiempo —y con la Historia—, desde un espacio que va con el sol de este a oeste, de ayer a mañana… Se basa en una aventura amorosa de un amigo muy querido, que también conoció a Virgilio, Pepe y Reinaldo.

Ahora ellos, junto a Severo, estarán ponderando —alusiones, elusiones— sus eventuales méritos, y desde luego que con picaresca saña sus deméritos. Así sea y gracias, sin sus timbres no existiría esta novela, cuya publicación agradezco a mi hermano mexicano Ramón Bolívar.

Cuba también es la playa de Guanabo —mi sinécdoque— al este de La Habana inmortal e inmoral. Hacia sus depredadas arenas, desde el sueño de la androginia primitiva, quisiera llegar en una ola, limpiarla de tiranosaurios como si fueran manchas en los horribles espejuelos de Virgilio Piñera.

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