www.cubaencuentro.com Jueves, 14 de abril de 2005

 
  Parte 3/3
 
Million Dollar Baby: basura trascendente
La última película de Clint Eastwood: expresión simbólica de algún patriotismo, defensa de un cristianismo primitivo y la lucha por la supervivencia del más fuerte.
por NéSTOR DíAZ DE VILLEGAS, Hollywood
 

La nueva Europa

Maggie Fitzgerald debe batirse con campeonas de menor cuantía antes de enfrentarse a su verdadera rival: la temida, la sucia, la inevitable Billie The Blue Bear. Eastwood le ha dado a Maggie una fórmula mágica, un retruécano en gaélico (Mo Chuisle) y una bata de seda más verde que los campos de Erín, con la fórmula bordada en la espalda: para el momento de la pelea en Las Vegas, Maggie (que en palabras de Scrap, "había crecido sabiéndose basura") se ha convertido en un hobbit.

En los circuitos de la web se viene discutiendo desde hace meses el significado correcto de la expresión Mo Chuisle: antes de revelarlo, habría que acusar su relación, en el contexto del guión cinematográfico, con el tema del retorno de los brujos asociado al poeta William Butler Yeats (miembro de la clandestinidad del Golden Dawn) y, a través del personaje del viril Padre Horvak (interpretado por Brien O'Byrne), con el tema del regreso de los curas. Como mismo Eastwood pretende reafirmar, con Yeats, una celtica fides que se remonta a la edad pre-cristiana, con el Padre Horvak parece estar defendiendo esa misma entereza moral en una clerecía católica que históricamente formó, más que deformó, al Ulster.

Distinta suerte corren sus non-English-speaking peoples: la cámara busca primero, y luego fija con un upper cut, el rostro mestizo de la alemana Billie The Blue Bear: la "vieja Europa" del viejo Rumsfeld pasa a segundo plano, y en su lugar aparece la "nueva" Europa, feroz, invadida por el Islam, contaminada por el Oriente. En ese rostro alemán (y en el rostro mulato del entrenador rival) está escrito un comentario político que la crítica al uso se ha negado a leer, pero que quizás con el tiempo leerán los bloggers: el pugilismo de Million Dollar Baby es sólo una pantalla para mostrar, en toda su crudeza, la lucha por la supervivencia del más fuerte.

La primera regla de esa lucha es no bajes la guardia; y Frankie se la hace repetir a Maggie Fitzgerald como si quisiera que nosotros, simples mortales agazapados en las salas de cine de la patria amenazada, también lo oyéramos. No bajes la guardia, pero ¡ay!, la advertencia llega demasiado tarde. La gran esperanza blanca, dormida en sus laureles, recibe la trompada trapera de una alemana mestiza. (Que Blue Bear no se atendría a las reglas había quedado claro desde el principio). Maggie cae derribada como una torre; se parte la nuca con la misma banqueta que el entrenador ha subido al ring demasiado pronto, y la historia de Scrap se repite, esta vez como hipertragedia.

Mal adentro

Para Eastwood es obvio que no se trata ya de indios y cowboys: la naturaleza del conflicto se ha transformado radicalmente y con ella su representación. Bajamos a un submundo ajeno a las expansivas latitudes del Oeste; pero la presencia del vaquero no permite olvidar que aún en este subsuelo rigen las leyes del Oeste. Oímos allá abajo el canto de cisne (con partitura órfica del mismo director) de una cultura que ha dado su última batalla. Peleó limpio y hasta el final. Sólo falta desconectarla de los tubos (un miasma de cables que se enrosca detrás de mil escritorios, sosteniendo artificialmente su realidad virtual) y estará lista para presentarse ante su creador.

En una cama de hospital transcurren los últimos días de Maggie Fitzgerald, camarera que soñó con ser campeona. Maggie se muerde la lengua para tronchar el diálogo e imponer el Fin, y de pronto se metamorfosea en la hija ausente. Terri Schiavo, en su agonía, —como Maggie Fitzgerald en la suya— ha adquirido la complexión cerúlea y la expresión estática de una virgen de los tabloides: el último en callarse será el pulso electrónico de sus signos vitales.

Mo Chuisle —le sopla Frankie al oído antes de desconectarla— significa Mi sangre. A chuisle mo chroi, pulso de mi corazón, según dicen los bloggers. Pulso, sangre, o ambos: el fuego de toda una raza parece apagarse frente a nuestros ojos.

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