www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de octubre de 2005

 
Parte 2/3
 
Una gozosa celebración del sincretismo
Público y crítica de Estados Unidos han respaldado unánimemente el primer disco de Yerba Buena, una banda que está reinventando la música latina bailable.
por CARLOS ESPINOSA DOMíNGUEZ, Miami
 

Todas las razas, todas lenguas

President Alien viene a ser, pues, un resumen de los eclécticos gustos de Levin, de todas las músicas que él ama. Pero lo que hace con Yerba Buena no es tanto una apuesta por la diversidad, sino un proyecto de integración, que es además multirracial y multilingüístico. Levin conoce muy bien la esencia de los estilos que mezcla, y posee asimismo una conciencia crítica de lo que ha acontecido en este campo en los últimos años.

Contraportada

De ahí que el resultado de ese hibridismo y esa admirable fusión sea un conjunto de temas con una textura polirrítmica, a la cual resulta imposible distinguirle las costuras: las fronteras entre los distintos géneros se borran y éstos no pueden separarse ni precisar cuál es cuál. Algo que, por lo demás, es secundario, ya que cuando la música es tan buena, ¿a quién le importa de dónde viene? El trabajo de Yerba Buena posee, por otro lado, el valor adicional de venirnos a descubrir cuánto tienen en común todos esos ritmos.

El sonido Yerba Buena corresponde al de las diferentes músicas que se escuchan en las calles de Nueva York. En ese sentido, el grupo es una suerte de tribu global que se ha reunido en la capital mundial de la salsa. Rumba, cumbia, son, boogaloo, hip-hop, sonido Motown, rap, afropop nigeriano, rai, funk, cantos religiosos africanos, jazz, reggae, se sincretizan en unos temas distintos e innovadores, que conjugan los estilos tradicionales con los ritmos metálicos modernos.

En ellos se traza un triángulo musical cuyos vértices son Nigeria, Cuba y Nueva York. Tal como ocurre en el paisaje urbano de esta última ciudad, las letras mezclan el inglés y el español ("If you dont have money para una camisa/ vete pa' la casa de la gringa"), para contar con humor escenas de la existencia cotidiana. Asimismo, el inconfundible acento puertorriqueño convive con expresiones del habla popular cubana (qué bolá contigo, óyeme, mulato, ponte pa' las cosas).

Todo eso en una irresistible y contagiosa atmósfera festiva, a la cual es difícil oponer resistencia. Yerba Buena está reinventando la música latina y la transforma en algo fresco y divertido. Eso ha llevado a Ben Ratliff a comentar, desde las páginas de The New York Times, que estamos ante una de las mejores bandas de música bailable de Nueva York, a la cual hay que sentir primero a través de los pies, para poner entonces la cabeza a trabajar.

A Andrés Levin le corresponde el mérito grande de ser el artífice de Yerba Buena. Participa además como instrumentista (teclados, guitarra) y su firma aparece como compositor en diez de los temas, crédito que comparte, entre otros, con Pedro Martínez y Descemer Bueno. Pero a su muy destacada aportación hay que sumar las de los otros miembros, que integran lo que alguien calificó como la más magnética colección de talentos jamás hecha, una verdadera Naciones Unidas de músicos todos estrellas. Éstos desempeñan un papel importante en la conjunción del sonido Yerba Buena, que pese a poseer una concepción coral deja espacio a cada uno para el lucimiento personal.

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