www.cubaencuentro.com Viernes, 12 de noviembre de 2004

 
  Parte 1/2
 
Con la camisa sudada
'Nuestro GG en La Habana', la última novela de Pedro Juan Gutiérrez, vuelve sobre los pasos del novelista Graham Greene con una historia de espionaje.
por JULIO CéSAR AGUILERA, Barcelona
 

Descongestionada, lubricante, es la nueva entrega que Anagrama, aprovechándose del centenario de Graham Greene, lanza con el respaldo de una firma cubana que ha contribuido a engrosar sus arcas: el escritor de Trilogía de La Habana, el cronista de solares maltrechos, del bullanguero de esquina, de supervivientes del Período Especial, de revendedores de carne y café, de jineteras, chulos, turistas cachondos, mulatas adúlteras, policías corruptos.

P. J. Gutierrez

Pedro Juan Gutiérrez, que a pesar de apellidarse con un nombre corriente, se da el lujo de ser reconocido desde las cubiertas de sus libros con sólo su patronímico, abandona Centro Habana para adentrarse en esta insólita historia de espionaje cuyo protagonista será el británico.

Greene es avisado, en su placentera residencia de Capri, de que alguien, asumiendo su identidad, ha sido detenido en la capital cubana, por presunta relación en el asesinato de un alemán, y que para más desgracia, el cadáver ha sido hallado en el camerino de un folclórico travesti del teatro Shangai. Al comunicarle el equívoco que barrió con los titulares de los principales diarios del mundo, su agente literario le conmina a que se pierda de la vista de la opinión pública, porque el escándalo podrá servirles en una mañosa campaña publicitaria con que se aupará su próximo libro. Taciturno y retador, Greene partirá ese mismo día para la Perla del Caribe.

Así, con notable fluidez narrativa, en oraciones brevísimas que contribuyen a que la acción no deje respirar, el autor nos centra en las pocas horas habaneras de la celebridad que, para la época —julio de 1955— era todo un hombre mediático. Su rostro es reconocido por agentes secretos de lado y lado de los polos que sostienen la Guerra Fría, desde un avezado agente del FBI (¿por qué no de la CIA?, cabría preguntarse), pasando por una profesora norteamericana de la Universidad Comercial que trabaja para la KGB, un jefe de cazadores antinazis, hasta llegar al mafioso dueño del circuito de casinos y centros nocturnos.

Todos quieren que su oficio les haga de trampolín ante el mundo, que destaque en su siguiente novela su rol histórico, su defensa de misiones. Que su pluma sea lo que se ha llamado en la historia de las letras, una literatura ancillaire, esclava, de servidumbre. Sin una coma de más ni de menos. Excepto aquel mafioso a quien sus matones llaman El Mago, que, tras llevarlo mar adentro, so pena de hacerlo perecer siendo bocadillo de los tiburones, le exige que se olvide de Cuba, que pone en riesgo el futuro de esta Riviera que se le avecina a la ciudad con el litoral que dispondrá, desde Varadero hasta La Habana, de cientos de estructuras para visitantes millonarios.

Gutiérrez sostiene la anécdota de persecuciones por toda la urbe, desde el Hotel Inglaterra o el Bristol, el Barrio Chino, Quinta Avenida, Coney Island, el Malecón, el hormigueo de comercios y tiendecitas de Galeano, hasta llegar como punto de retorno, a la puerta de escape que es el aeropuerto, para esta verdadera carrera de intrigas y amenazas de las que es eje principal Graham Greene, siempre al borde de la zozobra y del susto, siempre con la camisa sudada.

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