www.cubaencuentro.com Viernes, 13 de mayo de 2005

 
  Parte 1/2
 
Imagen y representación
Artistas españoles y cubanos unen sus obras en una exposición colectiva realizada en Madrid.
por DENNYS MATOS, Madrid
 

Recientemente, la galería Arte y Naturaleza, de Madrid, acogió la exposición Arte y representación, con un catálogo de obras que reunió en un mismo espacio a artistas españoles y cubanos.

El telegrama
El telegrama (Pedro Álvarez, 2003).

Los cuadros que se pudieron contemplar en la muestra —dedicada al artista cubano Pedro Álvarez— apelan de un modo u otro a recursos expresivos de las estéticas pop y figurativa. Tal vez sería mejor decir que acuden de modo epigonal a lo que actualmente se conoce como el neopop o la neofiguración. Es decir, un arte dirigido a los sentidos, más retiniano y sensual, pero también —y he aquí la re-actualización de los paradigmas del pop y la figuración— con factores conceptuales y analíticos evidentes, aprendidos del arte conceptual y del neopositivismo filosófico devenido revolución teleinformática y digital.

Las obras de los españoles Eduardo Arroyo, Fernando Bellver, Jorge Galindo y Francisca Mompó, y del cubano Juan Manuel Pozo, se sitúan más bien en la poética neopop. En tanto, con perfiles visuales más decantados hacia la neofiguración, destacan las del sevillano Curro González, los canarios Martín y Sicilia, y las de los cubanos Pedro Álvarez y Armando Mariño.

En las obras de Arroyo se percibe una sencillez expresiva lograda, sin embargo, por medio de una depuradísima técnica —resuelta en la síntesis cromática— y la renuncia consciente a la profundidad como efecto de composición plana. Este creador, en su más genuino estilo, juega con íconos que desvelan su visión, divertida y a la vez provocadora, de la cultura popular urbana.

Una ácida y lúdica parodia de atmósfera erótico-sexual contra el militarismo, la mujer como objeto dentro del espacio privado, la guerra y los eslóganes de corte político belicista, como crítica a los falsos patriotismos, son las propuestas de Bellver.

Por su parte, Mompó habla de la proliferación de objetos, tanto en el espacio público como en el privado, y su influencia en la percepción del modo de vida en los albores del siglo XX.

Galindo crea un juego estético con figuras que recuerdan formas y visualidades empleadas por la pintura decorativa de los años ochenta en Estados Unidos, lo que de alguna manera convierte su obra en una crítica estética del kitsch en cualquiera de sus manifestaciones socioculturales.

En cambio, Pozo sumerge al receptor en un mundo cuyos rasgos recuerdan la infancia, con escenas teñidas de cierto tinte onírico, recuerdos y memorias superpuestas, a partir de las cuales se construye la historia personal, pero donde, por esa misma razón, resulta difícil distinguir cuáles se han vivido realmente y cuáles han sido (re)creados en la ansiedad de las experiencias y fantasmas existenciales.

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