No importa que las bombas caigan sobre Bagdad ni que el país llore sus muertos: la voz de Play Ball se ha dado en los cuatro puntos cardinales de Estados Unidos para dar comienzo a otra temporada más de béisbol. Si no hubo interrupción cuando la II Guerra Mundial, Irak no hará la excepción.

Los cubanos Fernando Viña, de los Cardenales, y Jorge Luis Toca, de los Mets. En vísperas de un nuevo desafío.

El gran pasatiempo de América sobrevivió a Pearl Harbor y al 11 de septiembre, y Basora o cualquier otra batalla del Medio Este no impedirá que los fanáticos se vuelquen por cientos de miles a los estadios del país, porque hay muchas cosas por ver en esta nueva campaña.

Ver, entre otras cosas, el jonrón número 500 —está a sólo uno de la marca— del dominicano Sammy Sosa, si Barry Bonds continúa su ofensiva imparable, si Roger Clemens llega a su victoria 300 y si los Angelinos de Anaheim fueron el milagro de un mes o son capaces de fundar una dinastía.

Eso en el plano general. Para los cubanos —y cuánto se quisiera que todos pudieran estar al tanto— la temporada también reviste un interés especial. Ya acabado el manto acogedor y lento del entrenamiento primaveral, varios antillanos tienen mucho que demostrar en el clásico.

Tanto Orlando El Duque Hernández como su medio hermano Liván han estrenado nuevo uniforme, el de los Expos de Montreal. Una franquicia que estuvo a punto de desaparecer y que parece enrumbada hacia nuevos horizontes, además de ser la primera que jugará más de 20 encuentros regulares fuera del territorio continental.

Orlando Hernández deberá demostrar que sus lesiones son cosa del pasado y que aún guarda suficiente gasolina de alto octanaje en el tanque del rendimiento, luego de su ya legendario paso por los Yankees de Nueva York, donde ganó tres anillos de campeón de Serie Mundial.

Liván Hernández tendrá que apretar el brazo para hacer crecer la confianza en sus posibilidades, después de varias temporadas de altas y bajas. El Jugador Más Valioso de la Serie Mundial de 1997, con los Marlins de la Florida, ha cobrado fama de gran trabajador, pero a la vez de poco sistemático.

De cualquier manera, verlos juntos será un espectáculo impresionante. Una organización necesitada de dinero como Montreal no ha pasado por alto que el equipo jugará varias subseries en Puerto Rico, y los peloteros latinos —y cubanos, que hay muchos y con buen poder adquisitivo en la Isla del Encanto— pudieran ser un aliciente en la taquilla.

Danys Báez comenzará la temporada en el papel de cerrador, tras haber participado en sus dos primeras series como abridor. Los Indios consideran que el pinareño pudiera convertirse en uno de los mejores taponeros de las Grandes Ligas, un puesto que cada vez cobra más importancia.

Rey Ordóñez ha ido de la tierra a la luna, de la populosa Nueva York a la innombrable Tampa Bay. El movimiento entraña riesgos, pero el nuevo manager de los Devil Rays, Lou Piniella, es uno de los mejores pilotos de la actualidad y reconocido por saber maximizar las capacidades de sus peloteros. Tal vez un poco menos de publicidad devuelva al habanero el Guante de Oro.

Rolando Arrojo, Fernando Viña, Elí Marrero, Mike Lowell, Jorge Posada, Ricky Gutiérrez, Alex González, Mikel Tejera, Vladimir Núñez, Alex Sánchez, Rafael Palmeiro y el extenso contingente cubano que espera por una oportunidad en las Menores: todos tienen algo que probar.

Pero ninguno de ellos tanto como José Ariel Contreras. Ninguno gana tantos millones de dólares —32 000.000— como él, ni de ellos se habla tanto como de él, ni juegan en un equipo tan histórico y contundente como lo hace él con los Yankees de Nueva York. La tarea del pinareño es enorme, casi monumental.

Un punto a su favor es que comenzará en las Grandes Ligas y no en las Menores, como se había especulado en un principio. Pero lo hará en el bullpen y no en la rotación estelar, algo que no estaba previsto en sus planes iniciales. De todos modos, la temporada es larga y oportunidades no le faltarán. Al menos, ya está en el béisbol de lujo. Lo demás queda de su parte.