www.cubaencuentro.com Martes, 29 de abril de 2003

 
   
 
Purgar las penas
El lanzador cubano Vladimir Núñez acaba de ser enviado a la sucursal en Ligas Menores de los Marlins de la Florida.
por JORGE EBRO, Miami
 

Más allá de los contratos millonarios y la publicidad fulgurante, la vida de los peloteros en Grandes Ligas no siempre es todo lo glamorosa que parece a través de la pantalla del televisor, y más de un sorbo de amargura han tragado para poder llegar al sitio donde se encuentran y, sobre todo, mantenerse.

J. Ariel Contreras
Tampa, complejo de Ligas Menores de los Yankees de Nueva York. Formador de pitchers del equipo (dcha), traductor (centro), lanzador Contreras (izq): comienzo desde cero.

La paga es fabulosa, pero la exigencia lo es más todavía. Los equipos —y esto resulta lógico— miran a los jugadores como una inversión que debe dar resultados cuanto antes, y si algo falla, ahí está una espada de Damocles que se llama Ligas Menores, donde los proscritos van a recuperar su forma o purgar sus penas.

El cubano Vladimir Núñez acaba de ser enviado a Triple A por los Marlins de la Florida. Si alguien lo hubiera dicho a principios de temporada, nadie lo hubiera creído. Después de todo, el muchacho de Guanajay era el brazo más poderoso del bullpen de los peces y uno de los favoritos del manager Jeff Torborg.

Sin embargo, un problema tan simple a primera vista, como soltar la bola una pulgada más arriba de lo acostumbrado, ha transformado a Núñez de un relevista sólido y seguro en un lanzador que fue castigado en unos pocos innings, al punto que el equipo decidiera bajarlo a su sucursal de Ligas Menores, en Albuquerque.

Nadie duda que Núñez volverá a la Gran Carpa, pero le tomará tiempo vencer ese muro mental que le ha destrozado momentáneamente la mecánica en el box. Con suerte, actuará en unos cuantos juegos y bajo la atenta mirada de un cuerpo de entrenadores volverá a ser el mismo del año pasado.

Por ahora, su mente debe ser un torbellino, como la de José Ariel Contreras, quien pule su control en el complejo de Ligas Menores de los Yankees, en Tampa Bay. Ni el pinareño ni Núñez enfrentan problemas en el brazo. Por el contrario, están más fuertes que nunca, pero la barrera mental al más mínimo tropiezo resulta muy difícil de derribar.

De las Ligas Menores se puede regresar, pero también se puede quedar un jugador en esa órbita de pueblos de campo apartados o ciudades de segunda, donde la única diversión que tienen sus habitantes es asistir de domingo en domingo a los partidos donde intervienen las futuras estrellas o los consagrados caídos en desgracia.

Por cada jugador que hace el grado en las Mayores, hay 20 en Triple, Doble y Clase A. No siempre los equipos mantienen sus sucursales como cantera —que en realidad lo son—, sino como una forma de azuzar a sus estelares. De pulsarlos para que rindan al máximo. Es como decirles: "no se den el lujo de pestañear, porque pierden".

Es triste ver partir hacia las Menores a un jugador establecido, y mucho más si es cubano. Con el descenso de Núñez —y ojalá no sea por mucho tiempo— la representación antillana se reduce a ocho jugadores. Aunque es muy probable que hombres como Rolando Arrojo y Edilberto Oropeza se integren en mayo a equipos del gran circo, cuando los agentes libres que aún quedan sin firmar regresan con sus antiguas novenas.

A su favor corren la juventud y la potencia de su brazo. Sólo falta la concentración, el enfoque, descubrir el error y subsanarlo. Trabajar fuerte abajo con la convicción de retornar hacia arriba por la puerta ancha.

Núñez triunfó en Cuba con aquel temible equipo Habana de principios de los noventa, que contó con hombres como Romelio Martínez, Pedro Luis Rodríguez y Luis Ignacio Gómez. Había sentado sus reales en los Marlins, al parecer de manera sólida, pero esa casi insignificante pulgada en el punto de liberación de la bola le ha vuelto a recordar que en las Grandes Ligas el camino siempre está en el comienzo.

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