www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de mayo de 2003

 
  Parte 3/3
 
La Habana: Pitágoras, inspirador del semáforo sin luces
La agilidad y la eficacia brillan por su ausencia en la Biblioteca Nacional José Martí.
por JOSé H. FERNáNDEZ
 

Por ejemplo, dificultades con la disciplina no faltaban el pasado 27 de diciembre, a pleno mediodía, en la Sala General de la Biblioteca. Ni traumas. Aunque por motivos que se entienden. Es que a las referencistas y a otras funcionarias no les quedó más remedio que ponerse a limpiar los pisos y las mesas. Y traumatizadas como estaban por no poder brindar ágilmente sus servicios profesionales, pues les dio por importunar a los usuarios, levantándolos de las sillas para virarlas bocarriba y pidiéndoles que se trasladaran con su carga a cuestas para otros salones. Pudo haber sido una casualidad. Pero no lo fue. A no ser que se tomen por casuales la frecuente suciedad y el polvo, o el hecho de que apenas haya allí empleados para la limpieza, debido a los paupérrimos salarios y las precarias condiciones de trabajo que contempla la categoría ocupacional de esa plaza.

Tal vez con menos dificultades para los empleados de la Biblioteca, aunque con mayor trauma para sus usuarios, marcha el objetivo "moderación en el uso de los fondos bibliográficos". Es que de moderado quieren que se pase el uso. Como tres o cuatro pueblos más allá. Por ejemplo, si para ejercer su labor cotidiana un periodista, con el correspondiente color verde en su carnet de la categoría Profesional, necesitara consultar el título La guaracha y el son, de Argeliers León, o el último libro sobre tabaco cubano que publicó Antonio Núñez Jiménez, en fin, obras contemporáneas que están muy lejos de constituir reliquias bibliográficas, o ejemplares únicos y raros, pues si tal fuera su necesidad, de nada le valdría el color con que fue categorizado. No le dan acceso. Tendrá que presentarse con una carta acuñada de su centro laboral. Y una vez que la entregue a quienes atienden el semáforo, deberá esperar 48 horas por su respuesta. En suma, si navega con suerte, en algo más de una semana conseguiría escribir la nota informativa que le encargaron de hoy para mañana, si es que para entonces su editor no lo ha sustituido por incompetente.

Este exceso de celo en cuanto al uso de un patrimonio que pertenece a todos los lectores cubanos, sublimados hoy en la figura del nuevo inventor del semáforo, entronca con otro de sus grandes objetivos: la agilización en los servicios que brinda la Biblioteca. Pero no es el ejemplo más representativo. Y hay que reconocerlo. Lo que más cabalmente puede representar esa agilidad es la medida del tiempo que un investigador, un profesional, un estudiante universitario, deben esperar desde el momento que solicitan un libro en el mostrador, digamos de la Sala General, hasta que lo reciben en sus manos. Como promedio, nunca pierden menos de media hora para cada solicitud. Va y en esto pensaba nuestro político cuando dijo que sus controles marchan "a las mil maravillas". Porque realmente encierra un misterio de mil maravillas el hecho de que a pesar de la notable merma de visitantes que le ha reportado a la Biblioteca el sistema de categorización, la demora en el servicio continúa incólume, exactamente igual que en la etapa anterior, cuando El Lector atiborraba las salas usurpando el puesto de los "verdaderos usuarios".

Mas si la agilidad y la eficacia brillan hoy por su ausencia en los servicios de la Biblioteca Nacional José Martí, la culpa no corresponde entera al inventor del nuevo semáforo. También a Pitágoras le toca su tajada. ¿O acaso entre los muchos tesoros que atesora nuestro político no se encuentra el espíritu del ilustre griego? Pitágoras lo dejó dicho: el número es el principio de todas las cosas. Por tanto, su no menos ilustre seguidor de La Habana mantiene inalterable el número desde principio a fin. Para él, más entre menos es igual a menos, de la misma manera que antes menos entre más era igual a menos.

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