www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de agosto de 2003

 
   
 
Georgetown: Carta a un querido amigo sobre el embargo
por ENRICO MARIO SANTí
 

Querido,

Tu mensaje vino, literalmente, como un "stock market ticker". No sé qué programa usaste para escribirlo, pero tuve que desplazarme por el texto de izquierda a derecha. ¡Valga la alegoría del contenido de tu mensaje!

Pedro Álvarez
Pedro Álvarez, gerente de Alimport. Recibimiento en Cuba de ganado norteamericano.

Me atribuyes que yo apoyo el embargo. ¿Alguna vez me has oído defenderlo? No lo apoyo como medida unilateral, pero sí como condición de acción conjunta, o, para decirlo bien: contrapuntística. Alguna vez Jorge Domínguez dijo que el embargo era un instrumento de cambio, no un altar para rezar. Favorezco lo primero, no lo último. No soy el único: Payá, por ejemplo, dice lo mismo; al igual que una parte significativa de la disidencia interna. Es decir, el embargo es, o debería ser, un primer paso, pero se ha empantanado y hoy hace más mal que bien. La solución, en cambio, no es desecharlo, que es lo que los sectores más oportunistas del régimen desean (empezando con Felipito), sino completar su intención. ¿Pero cómo hacerlo?

En 1992 varias delegaciones del PARLATINO (Parlamento Latino) plantearon una moción que todavía me parece eficaz: los EE UU y Cuba, mediante el PARLATINO, empiezan un proceso de negociación en el que paulatinamente se van levantando los créditos de comercio (EE UU) y las libertades públicas (Cuba). Lo último incluiría, desde luego, una gradual liberación de prisioneros políticos, libertad de prensa y de partido, y elecciones a varios niveles (municipal, provincial y nacional). La moción fue derrotada por las delegaciones de izquierda que, desde luego, lideró la de Cuba. Sigo creyendo que esa es la mejor fórmula. Wayne Smith lo llamaría por su nombre diplomático: engagement. Sólo que el régimen, excusándose bajo el pretexto de injerencismo, no desea hablar sobre lo que llama "cuestiones internas" y prefiere hablar, únicamente, sobre cómo tú y yo, como contribuyentes al fisco, deberíamos extender créditos de comercio al mismo régimen que nos niega la posibilidad de entrar en nuestro propio país como ciudadanos cubanos (la llamada "vigencia de estancia" es una mera extensión burocrática, no un reconocimiento de ciudadanía cubana). Hace esas exigencias el régimen sin reconocer, no ya las voces de fuera que lo critican (como la tuya y la mía), sino las de adentro (Payá es sólo una entre miles) y que, como en el caso de este último, piden hasta la "desamericanización" del problema cubano. Si en efecto escuchara esas voces, tendría que admitir, además, lo que todo el mundo sabe: el embargo de EE UU es sólo parte mínima de un marasmo económico causado por una mezcla de ineficiencia estatal, censura del comercio individual, y la prohibición de inversiones internas por los propios cubanos. Dicho de otro modo: el régimen tiene miedo de otorgarle ningún poder a su gente, ni siquiera el económico al margen del político.

Es cierto que el embargo beneficia a un grupito de comerciantes de acá. Pero su levantamiento unilateral beneficiaría a otros grupitos no menos insidiosos: uno, feroz, con poder político interno, cuyo modelo se va pareciendo más y más al chino: un férreo partido autoritario con libertad capitalista (la España de Franco); y otro, en Estados Unidos, como los granjeros de Iowa y Nebraska, que desean vender granos con el apoyo de créditos federales. The rich get richer. Todo esto sería factible, si al menos el régimen estuviese dispuesto a negociar una alternativa interna que todo el mundo pide, pero que no se avizora en el horizonte, como comprueba la censura del Proyecto Varela. No estoy dispuesto a apoyar ese rejuego o relevo de poder con mi plata, a menos que ofrezcan un espacio de negociación.

Me dirás que le toca al país más poderoso mover la primera ficha. No estoy de acuerdo: los errores de Fidel Castro (su gobierno) son suyos y sólo suyos, y le corresponde a él, o a los suyos, responder a su propio pueblo. No lo ha hecho en 44 años y no da señales de reflexión, ni siquiera ante al Papa. Los cubanos tenemos que aprender que un gobierno, y sobre todo un gobernante, no es un miembro de la familia a quien se le toleran sus defectos, sino un servidor de los intereses colectivos que debe rendir cuenta por sus acciones. Debe ser el gobierno cubano el que responda a las voces internas que lo critican y que exigen una voz en la conducta de los asuntos públicos, como la economía, o la libertad política, incluyendo los derechos de los exiliados. Hacer esto, querido amigo, no es doblegarse ante el Imperio; hacerlo es cumplir con la mínima función de cualquier gobierno. Y por ahí empieza, a mi juicio, cualquier conciencia socialista como la que profeso.

A ti te asusta la llamada "Mafia de Miami". A mí me asusta más, porque es más numerosa y sabemos menos de ella, como corresponde a la verdadera mafia, la de allá, que sigue dando señales de aferrarse al poder, después de la ya inevitable despedida del Comandante. La llamada "Mafia de Miami," que tal vez hará más ruido, pero no ejerce ningún poder en Cuba, ciertamente posee valores detestables: su consumismo, su prepotencia y filisteísmo cultural. Pero no me dirás que la otra "Mafia de La Habana", no posee los mismos, o análogos valores, como por ejemplo, los de ese representante de la Sección de Intereses en Washington, cuya familia (ya es vox populi) se codea con la flor y nata del Imperio en los cocktail parties de Washington D.C.

Fernando Ortiz, y a su zaga Cabrera Infante, decía que la geografía era aún más importante que la historia. Desde hace doscientos años los EE UU y Cuba han estado ciegos a esa realidad geo-política. Concuerdo en que estamos viviendo una tragedia, un mutuo suicidio, como resultado de esa mutua ceguera. Mi posición es que, para parar tragedia y suicidio, hay que verse y escucharse. No dar el culo, sino algo como "I'll show you mine if you show me yours". Si los intereses del régimen fuesen verdaderamente los del pueblo, estarían dispuestos a negociar con sus vecinos, a quien afecta su obligada emigración, entre otras cosas, a partir de una serie de reformas internas. Y si los intereses de Estados Unidos fuesen otros que explotar la Isla, que ellos ven repleta de negros hambrientos, estarían dispuestos a reflexionar más profundamente sobre su política hacia Cuba.

Un abrazo fuerte,
Enrico Mario Santí

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