www.cubaencuentro.com Lunes, 04 de agosto de 2003

 
  Parte 1/2
 
La Habana: Nostalgia y otras tribulaciones
Cuando el economista independiente Arnaldo Ramos Lauzurique salga de la cárcel, su única nieta estará a punto de cumplir los 21 años.
por TANIA QUINTERO
 

Cada vez que Roxana, de 3 años, llegaba a la casa de sus abuelos paternos, el modesto apartamento se volvía una fiesta. La niña nació prematuramente a los 6 meses de embarazo de su madre, y la batalla por salvarla unió aún más a la familia.

Niña en la playa

La pequeña sabe que es el centro de atención y por ello, cuando la llevaron a ver a su abuelo Arnaldo en Villa Marista, hizo toda clase de monerías. Cantó y bailó, ajena a lo tétrico del lugar. Con su inocencia, por unos minutos logró alegrar a su abuelo, sometido durante días a intensos interrogatorios que no le permitían conciliar el sueño en una celda que, al igual que las restantes, permanecía encendida todo el tiempo.

Me lo cuenta Lidia Lima, la abuela de Roxana y esposa de Arnaldo Ramos Lauzurique, un mulato de 60 años, orgulloso de su origen humilde: Nació en el solar El Reverbero, situado en Águila, una de las calles más habaneras de la ciudad. En la época en que Arnaldo y Lidia se hicieron novios, cuando aún no habían decidido sus profesiones —economista él, médico ella—, en Cuba no era muy bien visto que un mulato se enamorara de una negra, aunque ésta fuera de buena familia y estudiante aplicada. Actualmente, Lidia es especialista y profesora de radiología.

Ya todo eso forma parte del pasado. Ahora lo que prima es la realidad durísima. En 2003 Lidia había pensado jubilarse, por tener la edad y el tiempo requerido de trabajo. "Pero ahora no puedo. Necesito el dinero de mi salario para hacer frente a los elevados gastos que ocasionan las visitas a la cárcel en Holguín, a donde enviaron a Arnaldo", dice. La prisión se encuentra a 800 kilómetros de su domicilio, en el municipio capitalino de Centro Habana.

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