www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de enero de 2004

 
   
 
La Habana: Prefiero mi flor
por IRIA GONZáLEZ-RODILES
 

Aunque Cuba es una eterna primavera, ahora importa flores de Ecuador. Nada menos que esta isla, de una flora tan exuberante como la naturaleza sudamericana descrita con exageración por Alejo Carpentier en Los pasos perdidos.

Campesino
Mucho campo, pocas flores.

El hecho retrotrae a la anécdota del funcionario cubano que en un viaje por Europa compró una máquina barredora de nieve para utilizar en la Isla. También recuerda la venta racionada de pescado en lata, proveniente de Chile. Porque al margen de que hierros, peces y flores pertenezcan a distintos reinos —mineral, animal y vegetal—, se involucran en sucesos semejantes.

Estos absurdos evidencian la ineptitud e ignorancia oficializadas, pues Cuba es un archipiélago de clima tropical y, claro está, rodeado de agua salada por todas partes, donde abundan especies comestibles. No precisa de limpianieves de la Siberia, ni del pescado de la Patagonia, ni de flores ecuatoriales.

El nuevo disparate quedó al descubierto nada menos que en una funeraria. Ante los ojos atónitos de los pobres dolientes comenzó el singular desfile hacia una de las capillas, decorada con un sinfín de cojines, coronas, cestas, ramos y guirnaldas, de exquisitos diseños y gran variedad de flores cuyo perfume natural colmaba el recinto.

Saltaba a la vista de los presentes, dolientes y asistentes, la diferencia abismal entre aquellas advenedizas ofrendas florales y las depositadas en las demás capillas. Como siempre, el resto correspondía a los obligatorios cojines y coronas confeccionados con las mismas moyitas y maribelas de opacos colores, peculiar olor a yerba y carentes, por demás, de un diseño creativo, como si todo conspirara para hacer más lúgubre y deprimente el trance del último adiós.

Aunque "no era el momento" —pues aquí se sanciona con severidad verbal lo inoportuno—, un doliente se atrevió a indagar sobre el origen de tan finas y exclusivas ofrendas mortuorias. Luego me dijo: "Son flores importadas. Se pagan en dólares. La agencia se llama Tropiflora".

Con posterioridad, amplié la pesquisa mediante una llamada telefónica. La mayoría de las flores se compran en Ecuador: rosas, lirios, claveles, miniclaveles…, todas cultivables en Cuba.

Cada flor cuesta no menos de 80 centavos de dólar (20 pesos cubanos) y casi todas sobrepasan el precio de $1.50.

Algunas, como el lirio, ascienden a $3.20 y hasta descubrí que también se importa de Holanda una espiga con un precio de venta de $14.80 cada una (384 pesos, el salario de todo un mes de determinados profesionales cubanos).

Después llamé a varios jardines y florerías de venta en moneda nacional: El Clavel, de Centro Habana; El Gladiolo, de Regla; La Azucena, del Vedado; Los Jazmines, de 10 de Octubre; y Mil Flores, de Guanabacoa.

Ninguna florería o jardín hace honor al nombre que lo identifica. El Clavel no tenía a la venta claveles; ni El Gladiolo, gladiolos; ni La Azucena, azucenas; ni Los Jazmines, jazmines; ni Mil Flores, miles de flores. Sólo moyitas y maribelas.

Nada menos que Cubita La Bella, La Caribeña —que bien podría ser elegida sede del paraíso bíblico por su pródiga naturaleza—, encarga flores a un vecino con costas al Pacífico y a otro de la lejana Europa. ¿A quién se le habrá ocurrido?

Aquí, donde hasta las flores silvestres, con sus intensos colores, llenan los ojos y satisfacen los más refinados espíritus. En Cuba, donde hasta una pucha de flores anaranjadas de rompezaragüey, con su fortísimo y peculiar olor, impactaría al propio Van Gogh.

Prefiero mi flor, como en El pequeño príncipe, pero no la cultivan. Lo sencillo tampoco funciona en este país o se torna tan complicado como importar flores —inaccesibles para todos— desde otras latitudes.

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