www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de enero de 2004

 
  Parte 1/2
 
México: Nuevos devotos de Santa Rita de Casia
Misa dominical: Delante, los feligreses y las 'Damas de Blanco'; al fondo, los 'creyentes' de la Seguridad del Estado.
por GILBERTO CALDERóN ROMO
 

Entre veras y bromas, una amiga habanera de visita en México, cuenta que según una bola en boga, en la misa dominical que se imparte en el templo de Santa Rita de Casia, en la Quinta Avenida de Miramar, de un tiempo a esta parte se reza a cupo completo. A ella asisten las "Damas de Blanco", familiares de los disidentes encarcelados —la primavera pasada— en diversas prisiones del país, y los feligreses del vecindario que ocupan un ala delantera.

Santa Rita
Santa Rita: ¿Devoción o consuelo?

En otra sección se acomodan estudiantes extranjeros de la Escuela Latinoamericana de Medicina, y de la mitad hacia atrás asisten miembros de la Seguridad del Estado, encargados de "cubrir" la ceremonia litúrgica.

Según su testimonio, la vigilancia gubernamental se ha incrementado en Cuba y el sentimiento de estar siendo observado permanentemente, es una carga opresiva que se hace cada día más patente e intolerable. No se ve, pero se siente, dice.

Es posible que el espionaje sobre los ciudadanos sea el mismo de siempre, pero también que ahora el temor y el miedo sean mayores que el que prevalecía hace unos años. Y es que la represión de la primavera ha dejado una secuela de pánico que alcanza a los cubanos de a pie, que se pensaban a salvo de la acechanza de los segurosos.

La eficacia de un sistema de seguridad como el cubano, que recuerda al Big Brother de George Orwell como un párvulo antecedente, descansa no en que disponga de un aparato de escuchas avasallador, sino en que la gente así lo crea.

El gobierno castrista se ahorra muchos millones de pesos en sueldos de agentes, por el cómodo expediente de convertir a los ciudadanos en espías e informantes, estimulando entre ellos la discordia y la envidia. Los chivatos, auspiciados por el régimen, se han convertido en el auténtico "hombre nuevo", muy diferente de aquél que desprovisto de enconos y resentimientos nos prometía idealmente Ernesto Che Guevara como fruto de la revolución.

Estos ciudadanos delatores están prestos para denunciar a todo aquel que consigue alguna mejora: una casa, un televisor o un vídeo; al que recibe dólares del extranjero y puede salir al exterior o relacionarse con visitantes foráneos e, incluso, a aquellos que participan en la bolsa negra o disponen clandestinamente de Internet o antena parabólica. Todos se convierten en sospechosos a los ojos de familiares o vecinos resentidos.

ETECSA, la empresa telefónica que proporciona el servicio, "guarda" durante semanas todos los correos electrónicos que reciben o envían sus clientes. Los policías urbanos reportan las chapas de los autos de diplomáticos o de los corresponsales extranjeros; algunas líneas telefónicas sensibles son intervenidas y grabadas, y hay personal que de repente se aparece en los bares de los hoteles, inusitadamente, para interesarse por las conversaciones de los clientes.

Los CDR participan del entusiasmo de las familias —se aparecen a tomar un buchito de café— cuando alguna recibe la visita de extranjeros, y reportan cualquier anomalía que ocurra —o piensan que ocurre— en el vecindario bajo su cuidado.

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