www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de enero de 2004

 
  Parte 1/2
 
Barcelona: Dos carnavales
Los catalanes, como los cubanos, acostumbran a celebrar las efemérides más luctuosas como si fueran fiestas nacionales.
por MANUEL PEREIRA
 

Todo en Las Ramblas es un espectáculo permanente, una especie de carnaval. Por eso el carnaval de aquí es una redundancia, porque Las Ramblas siempre están llenas de disfraces. Aparte de los mimos de yeso petrificados como estatuas frente a la Boquería, hay personajes tan tradicionales que han pasado a formar parte del mobiliario urbano de este bulevar, como el "Quijote de amianto", el hombre del yo-yo luminoso, o "el
Santiago de Cuba
26 de julio en Santiago de Cuba: ¿Qué se celebra?
Alférez de la Poesía", que recorre solemnemente Las Ramblas con su larga trenza, sin quitarse el tricornio, y que a veces me recuerda vagamente al Caballero de París paseándose por El Prado.

Pero el personaje más famoso es "La Reina de Las Ramblas", una prostituta rubia y ojizarca, rechoncha como una walkiria, siempre apostada debajo de la marquesina del Liceo. En algo se parece a "La Marquesa" nuestra (por su extravagante indumentaria) y también a "La China" (por su lascivia). La China era aquella flaca vibrante, alebrestada, que caminaba por toda La Habana (Prado incluido) como un esqueleto rumbero, con su inseparable neceser de mimbre, toqueteando ligeramente a los hombres, o provocándolos con este estribillo: "¿Y a ti qué te gusta; dar o que te den, dar o que te den...?".

Otros personajes acuden a mi memoria cada vez que recuerdo El Prado de mi infancia, ahora tan desangelado, pero que a finales de los cincuenta no tenía nada que envidiarle a Las Ramblas porque siempre estaba lleno de voceadores de periódicos, de patinadores, de niños con carriolas, de carritos de Helados Guarina, de granizaderos, churreros, vendedores de durofríos, mamoncillos, melcochas, pirulíes, o personajes como el hombre-rana y el hombre-orquesta haciendo sus murumacas y otros que desfilaban en carnavales, como Bigote de Gato con su fotingo o la negra Mamá Inés, a paso de conga con su tabaco y su tacita de café... Todo eso desapareció.

En febrero pasé fugazmente por El Prado y volví a pisar las bayas de los laureles… crack, crack… el suelo estaba bastante limpio, pero la mayoría de los bancos estaban vacíos y no había ni un manisero a la vista. De pronto, en la esquina del Hotel Caribean, se me acercó un "bisnero" surgido de la nada que me susurró de medio lado: "Hola, España, ¿quiere comprar Cohibas?". Y luego: "Coñooo, asere, si tú eres del barrio entonces te los dejo más baratos…".

La decadencia del Prado empezó cuando la revolución, con esa obsesión de cambiarlo todo arbitrariamente, le quitó su protagonismo al trasladar los carnavales para el malecón, donde ya nunca volverían a ser lo mismo, pues habían perdido esa escala tan humana que sólo El Prado puede comunicar.

1. Inicio
2. Antes las carrozas...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
La Habana: ¿Problema racial?
MIRIAM LEIVA
Barcelona: Dos fronteras
MANUEL PEREIRA
Warwick: Hombre de la esquina azul
ARMANDO AñEL
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir