www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de enero de 2004

 
   
 
Washington: Fin de año en La Habana
El 2003 ha sido pródigo en hechos terribles o extravagantes, desde la ola represiva contra la disidencia pacífica hasta la peor cosecha azucarera en cien años.
por ALCIBíADES HIDALGO
 

En 1993 dos corresponsales franceses de larga experiencia dentro de Cuba publicaron en París un largo e incisivo libro sobre la situación de la Isla con el título Fin de siglo en La Habana. Entre otros aciertos, el texto no se aventuró en vaticinios sobre el momento del fin del régimen de Fidel Castro, que otros autores apreciaban entonces cercano e inevitable.

Raúl Castro
Rumores cíclicos: apariciones y desapariciones de Raúl Castro.

Las páginas de ese gran reportaje de proporciones oceánicas narran minuciosamente una ciudad plagada de presagios sobre el futuro del castrismo, sobre la posible Cuba después de Fidel Castro. Dan cuenta de la corrupción larvada pero extendida a muchas esferas del poder, que se hizo visible entonces en la célebre Causa No. 1, un proceso judicial por acusaciones de narcotráfico que apenas escondía motivaciones políticas y que concluyó con el fusilamiento de altos jefes militares, algunos de ellos los protagonistas de mayor calibre de las aventuras armadas fuera de las fronteras cubanas, que en lo adelante no se repetirían. Y también aparecían allí rumores, muchos y sorprendentes rumores, como fuentes ineludibles en ese extraño ambiente totalitario en aguas del Caribe.

El título de este comentario se parece demasiado al del libro de los colegas franceses, no sólo porque, como es sabido, el único periodista original fue el primero, sino porque una década después La Habana y la Isla se siguen pareciendo demasiado —con fusilamientos y corrupción incluidos— al país sin salida aparente que describieron en su momento Jean François-Fogel y Bertrand Rosenthal.

Especulaciones sobre cuándo aparecerá la esperada Cuba "del día después", nuevas y siempre sensacionales revelaciones de corrupción y sobre todo rumores, muchos y renovados rumores, recorren la crispada capital cubana este fin de 2003.

Periódicamente circulan los rumores sobre la situación precaria de salud de alguno de los dos hermanos Castro. La desaparición pública de Raúl, el hermano menor y ministro de las Fuerzas Armadas, alimentó rumores y especulaciones, hasta que una vez más apareció en alguna tribuna. El escenario de sucesión anunciado por el hermano mayor sufriría un fuerte revés si la naturaleza alterara las reglas y el más joven Castro, de 72 años, se adelantara a salir de la escena. Los rumores no alterarán la decisión inevitable del dios Cronos, a la que pertenecen ambos mutis, pero estremecen la extraña inmovilidad nacional.

El nuevo escándalo de corrupción no parte esta vez de los rangos militares, sino de las filas de los nuevos empresarios privilegiados en su vínculo con los inversionistas extranjeros. El nombre hasta ahora poco conocido del presidente de la mayor corporación turística del país, uno de los hombres cercanos a Castro, recorre el mundo en informaciones que dan cuenta de arrestos y robos millonarios. El cubano de a pie ha tenido que esperar, como siempre, para conocer sólo la versión oficial de los acontecimientos.

Y no es que falten sucesos en la Isla. El 2003 ha sido pródigo en hechos terribles o extravagantes, como la realidad a que pertenecen. La cosecha azucarera fue la peor en cien años, se cerraron la mitad de las fábricas del país y Cuba anunció la posibilidad de comprar azúcar en Estados Unidos.

La peor oleada represiva en varias décadas cobró tres fusilamientos y envió a prisión a opositores pacíficos y democráticos, acusados de conspirar con Estados Unidos. Semanas después, otros opositores pacíficos y democráticos reunieron otras 14.000 firmas de cubanos que reclaman un referendo para reformas, mientras Estados Unidos se situaba como el primer exportador de alimentos a la Isla.

En el verano, una docena de ingeniosos desesperados navegó 80 millas hacia el norte en el Estrecho de la Florida, a bordo de un camión Chevrolet de 1951, sólo para ver su ingenio mecánico hundido por los guardacostas norteamericanos.

Fidel Castro condenó a la Unión Europea como su nuevo enemigo de quince cabezas y los embajadores europeos no son recibidos ahora en medios oficiales. Se celebró otro cumpleaños del niño Elián González y los médicos continúan yendo por miles hacia Venezuela.

La Habana de fin de año es fotografiada en su letargo de museo al aire libre por cientos de miles de turistas. El gobierno convoca manifestaciones multitudinarias de apoyo popular organizado y absoluto. Castro habla interminablemente en congresos de todo tipo. Reitera que Cuba será el país más culto del mundo y concede de nuevo la autorización oficial para celebrar la Navidad. Y se multiplican los rumores. Así termina el año. Y quizás el próximo. ¿O quizás no? ¿Quién puede saberlo?

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