www.cubaencuentro.com Viernes, 16 de enero de 2004

 
  Parte 1/2
 
San Juan: Lo genial y lo cool (II)
por EMILIO ICHIKAWA MORíN
 

Después de ese festín de realismo que suele dar la experiencia profesional en el mundo del arte, la ciencia, la escritura, casi todo el mundo está de acuerdo en que el camino de la realización se rige más por la perseverancia, la voluntad y el esfuerzo, que por el talento o esa instancia poderosa que solemos llamar genialidad.

Charles Chaplin
Chaplin: 'Todos somos aficionados: no hay tiempo para más'.

Y hablo aquí de esfuerzos (y hasta sacrificios) de doble naturaleza; de dos tipos de acciones que son necesarias, al menos para la media, si se quiere salir adelante. Llamémosle esfuerzos técnico y cortesano.

Me refiero al afán del periodista que viaja centenares de millas detrás de una noticia, al pintor que durante meses perfecciona su lienzo, al poeta que brega contra la corriente sensitiva de su tiempo, al cantor de voz privilegiada que no deja de estremecer su garganta para lograr el color perfecto.

Pero hablo igual del esfuerzo que hay que realizar para acatar las órdenes de directores mediocres, para fingir placer en fiestas organizadas por anfitriones en busca de prestigio, a la agonía que implica el celebrar las opiniones políticas de galeristas que rozan la idiocia y, por si fuera poco, carentes de un poder real.

El oficio de hacer arte, literatura (incluso ciencia y deporte, que parecen actividades desligadas de la arbitrariedad), que nadie se llame a engaño, exige durísimos sacrificios del ego; a veces, una relación complaciente con la mediocridad. Algo que es particularmente duro en personalidades formadas precisamente en el halago y la perversa autoestima que puede proporcionar a veces el trabajo en soledad.

Por supuesto que no afirmo esto en un sentido quejoso, solamente trato de describir la situación real para que se comprenda la herencia artesanal del arte, su estructuración gremial y su participación en la lógica elemental del ejercicio del poder y la obediencia.

Enfoques como este, relacionados con estudios sociológicos e históricos de casos concretos, han ido dejando progresivamente en desuso el concepto de genio creador, tan caro a ciertos ilustrados y, sobre todo, a la visión romántica del artista y el científico.

Una reflexión interesante sobre la genialidad, sobre la creación como don y estado de gracia de gente elegida puede encontrarse en Cartas sobre la educación estética del hombre. En este trabajo Schiller presenta los rasgos clásicos del genio creador, como son la espontaneidad, la ingenuidad, la inocencia. Según cree, el genio sería un niño al que se puede admirar, a la vez que hacer daño con facilidad. Está desprevenido frente al mal del mundo, quizás porque desconoce que existe la maldad.

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