www.cubaencuentro.com Jueves, 29 de enero de 2004

 
   
 
La Habana: Obstáculos hacia adentro
El embargo norteamericano y el bloqueo interno castrista: ¿Qué afecta más al cubano de a pie?
por JAIRO RíOS
 

En cualquier barrio o esquina de Cuba, la frase es ya muy común: el peor "bloqueo" no es el americano, sino el otro, el interno, el que sufrimos los cubanos aquí dentro.

Represión
Control interno: ¿Una pelea cubana contra los demonios?

Para Wicho, un ex profesor de Educación Física con muchos años en el oficio, el embargo yanqui no significa nada. "No puedo estar peor, vaya", dice. No recibe remesas y se dedica a vender lo que aparece para mal vivir al día, a pesar de tener que invertir tiempo y dinero en rehuir la vigilancia policial.

En cambio, para una trabajadora de turismo, los altos precios de los productos en las tiendas de divisas le impiden ahorrar lo poco que gana de propina. "Aquí todo parece costar siempre el doble", apunta y además dice asombrarse cuando alguien logra salir al extranjero y traerle algo adquirido a tan bajo costo, especialmente alimentos.

Pero las cifras astronómicas que ofrece continuamente, como un infatigable látigo verbal, el gobierno de la Isla, así como la perorata sobre el daño del conjunto de medidas implementado por Washington desde los sesenta, no convencen a los cubanos. Hace algunas semanas, el canciller Pérez Roque anduvo de gira por barrios habaneros y en los nada improvisados encuentros con los vecinos intentó aportar más elementos para traducir lo intraducible. Días después llegaban los festejos por la "contundente victoria de todo el pueblo" en las votaciones de Naciones Unidas.

Más enterados parecen estar muchos en la Isla sobre las "nuevas-viejas" restricciones aduanales en aeropuertos, terminales y correos. Se comenta sobre la odisea de quienes intentan importar equipos electrodomésticos. Incluso, hace poco un singular reporte televisivo mostraba con orgullo y grandilocuencia cómo los productos de más alto consumo eléctrico, al ser confiscados, iban a parar a manos de "los casos más graves de seguridad social". A buen entendedor, cualquier pretexto sirve.

Lo que ya nadie podría negar es que el bloqueo interno resulta mucho más grave y agobiante. Los testimonios abundan. Para Magda, por ejemplo, "la caña hace rato que está a tres trozos", dice. Ella es una habanera luchadora que está viviendo ahora en un pueblo de provincia y se las arregla para viajar a la capital, de vez en cuando, a buscar productos químicos para el cabello. En cada viaje tiene que inventar para evadir las requisas policiales. Cada paquete de los suyos ronda el medio centenar de dólares, pero en un mal día puede ver cómo le confiscan toda la carga, fuerte multa incluida.

Aún así, otros padecen de peor suerte. Un cuentapropista de paso por La Habana se muestra indignado porque con el inicio del nuevo año tendrá que abandonar el puesto de comida, ubicado en pleno centro del pueblo donde vive. Otra medida de saneamiento gubernamental lo obliga a retirar su "candonga" hacia su casa. Este es precisamente uno de los sectores que ha recibido con particular encono la embestida de inspectores y policías. Cualquier modelo antiguo de extorsión queda muy por debajo de las medidas impositivas del castrismo en su afán por frenar la iniciativa individual.

Al menor intento de mostrar cierta autonomía, próspera o no, ha salido pronta y lista la mano política del gobierno. De esa manera, lo que a los cubanos nos han servido en bandeja como "bloqueo imperialista" durante décadas, no es más que el obstáculo indiscriminado al oxígeno económico que nos toca, por parte de quienes se aferran al poder con uñas y dientes.

Y a pesar de que nada de esto lo cuenta la prensa oficial de la Isla, lo cual lleva a algunos a creer que son meras exageraciones lo que publican periódicos y emisoras del extranjero, la mayoría de los cubanos sabemos el alcance y la visibilidad de ese "bloqueo" hacia adentro, suerte de embargo no declarado y silencioso.

La vida sin mínimas libertades se resiente sin la perspectiva de un futuro distinto. El fruto de tantos y tantos planes agropecuarios condenados al fracaso no se ve por ningún lugar. La precaria —pero muy cacareada— relación del gobierno con más de cien países del mundo libre sigue sin tener expresión en la aburrida cocina de la gente común. Es el otro bloqueo, una palabreja que pocos repiten pero ya nadie confunde. Una prueba más del equívoco teórico y práctico del totalitarismo castrista.

EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
La Habana: Ciudad sobre huecos
TANIA DíAZ CASTRO
Barcelona: Dos barrios chinos
MANUEL PEREIRA
Canarias: Periodismo y cárcel
MANUEL DíAZ MARTíNEZ
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir