www.cubaencuentro.com Jueves, 21 de octubre de 2004

 
  Parte 2/2
 
Barcelona: La Casa de los Trucos
por MANUEL PEREIRA
 

Una es la Librería Arbor, pero yo prefiero la otra, que se llama Almirall, porque allí hay algo más que esoterismo barato: clásicos de la filosofía, por ejemplo, o libros de historia antigua, y también títulos que van de la alquimia al tarot pasando por la magia china, los gnósticos, los sufistas, la escatología tibetana o la egipcia…

Habana Vieja
La Habana: Esquina de la calle Bernaza.

Pero esa tampoco es la principal razón de mis asiduas visitas a la Librería Almirall. Lo que me intriga es que al fondo hay una cortina negra similar a la que colgaba al final de la Casa de los Trucos. La cortina que tenía que haber estado en El Rey de la Magia apareció en Almirall. El azar tiene sus ligeras imperfecciones.

Un buen día —hace diez años— mientras yo buscaba en esa librería las Enéadas llegué hasta las estanterías del fondo, junto a la cortina. No pude aguantarme, y la descorrí. El cortinaje cubría la puerta trasera que estaba entreabierta y daba a Barra de Ferro, una callejuela que discurre paralela por detrás de la librería. De pronto percibí un olor entrañable, familiar. Ya no era olor a incienso ni a anís. Aquello olía a tasajo, a tamal, a fufú de plátano.

Al principio pensé que eran imaginaciones mías, que mis añoranzas culinarias de desterrado me hacían tener visiones nasales, si me permiten la sinestesia. ¿Cómo era posible que allí, a dos pasos del Museo Picasso, se olieran esas sazones de guisos tan cubanos? Yo que andaba buscando los 54 tratados de Plotino, de buenas a primeras me topé con la teoría del quimbombó.

Sin pensarlo dos veces pasé al otro lado de la cortina, como siempre había querido hacer de niño en la Casa de los Trucos de Bernaza. Y al salir por la parte de atrás de la librería mágica fue como si hubiera desembocado en la Habana Vieja. Dejándome guiar por el olor a ropa vieja doblé en la esquina de Barra de Ferro. Yo iba detrás de esos sahumerios casi flotando, como si siguiera al flautista de Hamelín, salivando como el perrito de Pavlov, mientras pensaba: "coooño, comida cubana".

A menos de cincuenta metros de la librería descubrí un restaurante cubano llamado (¡qué casualidad!) La Habana Vieja. Aparte de que es muy parecido a La Bodeguita del Medio, está en la calle Baños Viejos (ojo al adjetivo), que está completamente adoquinada, igual que la calle Empedrado. La dueña es una cubana de la diáspora que se llama Lilian Díaz Suárez. Su establecimiento queda a unos cien metros de la iglesia de Santa María del Mar, lo que a mi juicio basta para convertir ese templo en una equivalencia de la Catedral de La Habana.

La cortina misteriosa, la cortina del cuarto Fambá, el tambor batá que suena sin que nadie lo toque en mitad de la noche, la Casa de los Trucos de la calle Bernaza… todos esos barruntos y vislumbres que siempre me persiguen concurrían de pronto, como alfileres atraídos por un imán, en la calle Princesa. La Casa de los Trucos volvía a funcionar…

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