www.cubaencuentro.com Viernes, 03 de diciembre de 2004

 
   
 
México: La culpa de Newton
Teoría castrista de la responsabilidad: ¿Leyes físicas o simple biología humana?
por MIGUEL COSSíO WOODWARD
 

La caída de Fidel Castro, mientras descendía por una rampa tras haber pronunciado un discurso, no fue culpa suya, de su habilidad para poner los pies en el escalón correspondiente. De acuerdo con la explicación del propio Castro, el responsable de su estrepitoso desplome es nada menos que Sir Isaac Newton, un físico, matemático y astrónomo que, a finales del siglo XVII, formuló la ley de la gravitación universal.

F. Castro
Castro: Caída en tres actos y un supuesto autor.

Según la leyenda, mientras estaba meditando sobre la vigencia de las leyes de Kepler, al más grande de los astrónomos ingleses le cayó en la cabeza una roja y apetitosa manzana. El leve golpe de la fruta, se dice, le hizo pensar en la forma en que se movían los astros y, ya en la tierra, la manera en que caían los proyectiles disparados por un cañón. Tuvo suerte el gran pensador porque, de haber vivido en Cuba, sobre su eminente cabeza le habría caído un coco de esotéricas aguas que probablemente le hubiera roto el cráneo, privándonos de la actual justificación castrista para darse de narices contra el piso.

Fue asimismo afortunado porque, en caso de haber estado en la ciudad de Santa Clara cuando ocurrió el descalabro fidelista, habría ido a parar a las mazmorras, como vil culpable de un atentado más contra el caudillo. Sin embargo, la llamada Ley de Newton de la gravitación universal no es exactamente aplicable a las caídas por las escaleras, de bicicletas o caballos, como pretende el accidentado. Esa ley afirma que dos cuerpos cualesquiera se atraen con una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de su distancia. Es difícil pensar que el duro suelo del lugar haya querido atraer el cuerpo de un hombre de 78 años, o al revés.

Podría argumentarse que Castro no se refería precisamente a la gravitación, sino a las conocidas leyes de Newton, es decir, a los principios de la mecánica que éste planteó, y que incluyen el principio de inercia, la ecuación fundamental de la mecánica y el principio de acción y reacción, aunque es igualmente complicado tratar de explicar un resbalón conforme a estos postulados.

Lo más sencillo y evidente es que, como le puede ocurrir a cualquier mortal de la tercera edad, el señor se cayó por la escalera. Y eso, aunque lamentable, obedece simplemente a las leyes de la biología humana, que nos hace envejecer, perder facultades, trastabillar e ir desapareciendo poco a poco en un ineluctable derrumbe final. Hasta el mismísimo Superman se cayó de un caballo; nadie es inmune a los despeñamientos y enfermedades, y todos sabemos que, por suerte o desgracia, nadie es eterno o inmortal.

Entonces, ¿por qué acusar al caballero inglés de un delito de lesa majestad? La única explicación plausible es que para Castro la culpa de todo lo malo que pueda ocurrir es siempre de los demás, ya sea de Newton o de uno de sus ministros. Él nunca tropieza con un mueble, ni se equivoca, ni siquiera conoce los errores siempre ajenos que ya no se pueden corregir. Si lo pica un mosquito es por un yerro de la naturaleza, y si da un mal paso es debido a una ley cósmica o, siendo mal pensados, a la maquiavélica armazón de la rampa o escalinata.

Habría tal vez un razonamiento más profundo y gelatinoso. Es posible que el lesionado piense, como el personaje de Voltaire, que la falla en la gradería estaba ahí para que él se cayera, de la misma manera que las narices fueron creadas para sostener los espejuelos. Después de todo, él nació para conquistar y aferrarse al poder por los siglos de los siglos, en una especie de determinismo histórico que no proviene de Marx sino, en todo caso, de Stalin, Kim Il Sung o Mao Zedong.

Las imágenes de la televisión —que no se vieron en Cuba— muestran la escena de un accidente común, que puede ocurrirle incluso a los más notables deportistas. La diferencia está en que para el ego de Castro, él no se puede caer jamás, y si le pasa, como dijo, sigue entero. Habría podido añadir, en buen cubano: jodido, pero contento.

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