www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
  Parte 2/3
 
La vida a ritmo de guaracha
Las Hermanas Márquez: De Puerto Padre a Nueva York, medio siglo de musicalidad.
por ARMANDO LóPEZ, Nueva Jersey
 

El columpio de Puerto Padre

—La casa era de madera y techo de zinc, olía a mar —nos cuenta Trini Márquez, achicando sus ojos que cumplen 82 años—. En el patio había un columpio enorme bajo una mata de guásimas. Allí se sentaban mis ocho hermanas y tres hermanos, a mecerse y vernos cantar, desde que teníamos tres años. Mi padre era sastre. Pero tocaba la guitarra y el trombón, y mamá cosía pantalones, y componía boleros y guarachas.

Hermanas Marquez
Trío Las Hermanas Márquez: años cincuenta.

Una noche nos presentamos el trío de las mayores (14, 15 y 16) y el de las chiquitas (6, 7 y 8) en una velada en el teatro Aldana. A las mayores se les fue un gallo (desentonaron), y mi papá les dijo: "Mi'jitas, yo creo que ustedes, no sirven". A las chiquitas, con nuestras batas bordadas con casitas, paticos y pollitos, nos llevaron a comer helado. Dos años después, nos presentamos en el Teatro Oriente de Santiago de Cuba. Nos anunciaron como "Las Hermanitas Márquez". Y parece que gustamos, porque no paramos hasta La Habana.

Un merengue para Trujillo

—En 1940, la Competidora Gaditana nos contrató para anunciar sus cigarros por los 36 barrios de La Habana y nos llevaron a la CMQ, donde caímos de pie. Teníamos los mejores patrocinadores: Crusellas y Bacardí. Pero mamá seguía vistiéndonos igualitas.

De mayor a menor: Cusa, Trini y Nerza. Decían que éramos trillizas —afirma Nerza, con 81 años y una simpatía que desborda—. Así nos presentamos en los mejores teatros, en las revistas del América y del Martí, con Garrido y Piñeiro. Y luego, a viajar el Caribe.

En Puerto Rico tuvimos todo un año nuestro programa de radio, y grabamos para la RCA Víctor. De ahí navegamos a República Dominicana y a Haití, donde nos aprendimos un merengue en patois. Y Cusa, despistada, se lo dedicó al que creía el presidente de Haití: "Este merengue es para el Generalísimo Trujillo". ¡La que se armó! La gente de Duvalier, gritando: "¡No! ¡No!". Y a correr para La Habana, a cantar en cinco conciertos del maestro Lecuona, junto a Rita Montaner, y a grabar en los estudios de Radio Progreso.

Cantinflas le canta a la luna

—Del 44 al 45 fuimos a México. La prensa anunció: "Vienen Las Hermanas Márquez, vamos a ver si son tan buenas como dicen". Pues, cuando se descorrió la cortina y vieron pintado El Morro de La Habana, enloquecieron. Trabajamos con Tin Tan, Toña la Negra, Pedro Vargas —Trini agarra de nuevo la batuta—. Una noche, Cantinflas nos llevó en su avión a Sinaloa para que le cantáramos a la luna. Nos gestionó la película Pervertida, que nos valió un viaje a Venezuela. Y de ahí a La Habana, para sufrir el primer ataque del amor: Nerza se volvió loca con un flaco feísimo y abandonó el trío.

—Lo conocí en la Rinquincalla —confiesa Nerza—, una vidriera de cigarros, café y caramelos que Trini tenía en nuestra casa, en Franco entre Benjumeda y Desagüe. Como tantos cubanos, era machista, no quería una mujer artista. Me encerró con tres llaves.

—Por suerte Olga, la hermana más chiquita, tenía la misma chispa que Nerza —cuenta Trini—. Cusa la entrenó. La anunciamos así: "Y ahora, Las Hermanas Márquez con el pollito". ¡Arrebató! Con Olga aterrizamos en Nueva York.

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