www.cubaencuentro.com Viernes, 18 de julio de 2003

 
Parte 3/3
 
Carta a Pável Korchaguin
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Descubrido el detalle, me di de bucles con otra significancia curiosa: la novela fue escrita por un ruso blanco, valga la redondancia. O por un ruso, blanco de todas las miradas, que se sovietizó llamándose Nicolai —que es Nicolás aquí y en Cabo Verde—. Y de apellido Ostrovsky, lo que me da por jugar, de primera y pata con la postura ideológica: Lenin os Trosky, pero no vayamos hacia esa cabaña, que no es lo que itsba a decir. Según un cercano amigo cubano que se hace el ruso, o ruso que se transforma en cubano, o amigo de Demis Russos, Ostrov significa "isla", así que Ostrovski es como decir "isleño", y ahí comprendemos que no todos los isleños son canarios, ni el chicharrón es carne. Para una personalidad tan desajustada por el vodka literario como la mía —que nunca ha querido callarse la vodka delante de Nadia— con esos datos da como para tres hemiplejías juntas, de una en una o de golpe, y a gozar y bailar con la sinfónica nacional: Ostrov=isla, acero=stal, stal in=acero en ó, en una interpretación más metafórica atendiendo al oxímoron o sibanicú puede entenderse como "joderse con", y templar es como forjar, pero sudando más y con erotismo marxista. Varios socitos procaces, de esos a los que se adhiere mi nauseabunda formación, han hecho juegos de palabras con el título de la obra, llegando a lo más bajo y canal de soez del lenguaje, subordinando sustantivos insustentables al verbo templario, desde la acción cometida con un asere, o describir, llevados por la descabellada realidad nacional, que todo nuestro proceso se resumía del siguiente modo: "Así se templó en la acera", para solaz y esparcimiento de los combativos vecinos, que luego, por fallos en el sistema, se han esparcido dejando el solaz, la cuartería, la ciudadela y el corral en Alamar.

Si nos vamos por una sencilla regla de tres —donde tres es multitud, menage sabrosón, el número de hermanos Villalobos, y las lindas cubanas— y tenemos en cuenta que Nicolai es Nicolás pronunciado por un dominicano, leyendo tus vicisitudes, tu fervorosa desconflautación, tu obediencia marca Ray Charles a esa causa del Cáucaso, y el aceramiento de tu voluntad, nada más sencillo que pensar que eras, simple, llana e inoxidablemente un puñetero robot.

Menos mal que me salí del ensamblaje. Te doy noticias de lo que luego sucedió con todo aquello tan gloriosamente aburrido que narra el novelón de marras, donde eres tú la estrella fulgurante del stal system: se derrumbó el Muro de Berlín (no confundir con el Mulo de Merlín, que pertenece a las novelas de caballería) y no precisamente encima de algunos que merecían ser aplastados por sus ladrillos absurdos. En mi país, qué contarte, viejo. "La carretera de Volokolams" y las otras, incluyendo calles sencillas, idas y avenidas, están tan depauperadas que en uno solo de sus agujeros caben todos "los hombres de Panfilov, la caballería roja", y la madre de los tomates y la de Gorki, si la pobre señora se atreviera a lanzarse a convertirse en Matriushka. El Capital se cae a pedazos, y no veas cómo gotea el provincial. El que describió Boris Polevoi hasta sacarte las lágrimas en su culebrón Un hombre de verdad, es de los pocos que se quedan orillados en la orilla, echándose la amargura al coleto por lo fuñido que está el cotarro, sólo porque no tiene piernas.

A pesar de todo, el korchaguing da al pecho, porque los hay que floting, de lo alcornoquing que son. Y sin acidularse las entrañas, que ahí está la Korchaguigción. La robótica está a la orden del día, como la vigilántica, el temórico, el asáltico y la batállica. Pero el ruido del metal suena viejo, muy viejo, con unas algas enormes.

Al final, como decía mi abuela Miña: "No hay konsomol que dure cien años ni puerco que lo resista". Yo me sigo quedando con Sandokán.

Apeado del rojo cabello

Ramón

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