www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
Parte 2/3
 
Carta a José Antonio Saco (I)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Sabía que usted vino al mundo, como yo, en Bayamo —"tierra de toooooros/ tierra de moooooros"— porque nací en usted, es decir, en la calle que lleva su nombre, y es posible que —como me saquearon por cesárea— ese detalle marcó mi vida para que nunca me calle. Nacer encima de un orador brillante, aunque sea en la calle de éste, da mucho que hablar. Pero más allá de esa calle —que termina en la terminal de ferrocarriles "¿rápido corrrren los carros?", que para cualquier vidente o espiritista de tercera es anuncio de viaje— yo le confundí mucho tiempo por culpa de una canción muy bonita que cantaba una tal Juana Báez —aunque le decían Joan— y hablaba de usted y de un tal Vanzetti, que debió de ser el italiano dueño de la pizzería del Hotel Central, pero no me consta. De todos modos la canción era en inglés, y a mí la música en inglés no es que me haga a subirme a los postes. Igual me sucede cuando es en alemán o en austriaco, por eso no entiendo mucho a Mozart y a Beethoven. Toda la música en extranjero me deja esa rara sensación de estar mirando para los lados a ver si encuentro un traductor. Quiero apuntar que he dicho lo de "venir al mundo en Bayamo" por puro cliché sin chicle, vicio lenguado, lapsus cunnilingus. En realidad, usted y menda, lo que hicimos en aquel pueblo irredento fue nacer. Vinimos al mundo cuando espantamos la mula de sus murallas y de los arrecifes de la Isla.

Pero mire que, a pesar de haber nacido en Bayamo, como toda persona digna —me incluyo en esa jugada— el siete de mayo de 1797, siguió usted presente en la vida nacional hasta hace unos años. Esa fue mi otra confusión. Cada vez que uno quería acceder al interior de un restaurante, aunque fuera por un minuto y para decirle al cocinero que su mujer se había colgado de una guásima, un tipo muy serio, que se decía capitán, y con una profunda expresión de historiador, le exigía sin miramientos Saco y Corbata, que eran para mí tan extraños como Saco y Vanzzetti, pero a capella esta vez. Lo del Saco, lo entendía como homenaje mínimo y sincero, pero jamás comprendí lo de la Corbata, en un país donde lo único que podía uno ponerse alrededor del cuello era una soga de yute, si aparecía, porque el esparto hundióse en aquel esparto del Zanjón. Tanto saco terminó por sacarnos de quicio. A mí, al menos, cada vez que me sucedía algo así, me entraban unas ganas incontrolables de matricular en el plantel San Basilio el Magno, como para coger magnos bajitos con la filosofía, y así imitarle en el traje, en esa excursión Santiago-Habana, que terminó en el Seminario San Carlos, primero de alumno de Félix Varela y luego sustituyéndolo en el proyecto.

Yo no sé en su tiempo, pero desde mi perspectiva poco filosófica —y bastante rumiante, porque viene pasada por Buey Arriba, que nunca dicen arriba de qué— estudiar filosofía en Santiago no da para mucho más que para hablar cáscara en La Isabelica, o calle Heredia abajo, aunque a usted le sirviera para oponerse en la capital del país, más tarde, a dos de nuestros dos grandes y eternos males: la esclavitud y el anexionismo. En un anexio que le haré en estos días refutaré esa idea peregrina de que "un esclavo saca a otro", cancioncita pavorosa, pavada de Pavone. El anexionismo es, creo yo, uno de los componentes de la idiotez sin gracia que llevamos dentro. Claro, lo entiendo, isla al fin, como bote a la deriva, quiere ser recogida por el primer trasatlántico que se le ponga a tiro de bengala. Y por supuesto que ello va sustentado con cierta laxitud mental que Mañach conocía muy bien. Usted no conoció a Mañach y los de ahora tampoco, así que no hay que preocuparse mucho. La laxitud —que en nuestro caso tiene mucho de laxante— es pertenecer, como mujer enamorada y adolorida, a otro, para sentir cariñito y abrigo y que sean los demás quienes se ocupen de nuestros destinos, y, de ñapa, nuestros errores. Así se obtiene más tiempo libre que nos ayude a perfeccionar los renglones en los que somos noticia: beber café, tragar mucho ron, gozar del sol caribeño, bailar como nadie, cantar La Guantanamera, y meternos en la cama del pinto de la paloma, para que sepan lo que es coquito con mortadella, y ponerle a ese extranjero/a zarabanda con melao.

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