www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
Parte 3/3
 
Carta a José Antonio Saco (II)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Pudiera estar horas divagando con mi memoria vaga por la infinita vega de nuestras vesgracias, pero no, que ya estamos justamente en el primer tercio del siglo XIX y nos van a quemar el pueblo en el segundo rollo de esta película. Justamente en un momento así, con ese estudio sobre la vagancia, se le acercaba el Tacón a la parte más vaga y blanda del cuerpo, y la torre Iznaga se le aparecía, fantasmal, en cualquier esquina. Y cómo no iba a ser, si hasta había estado tocándole las narices a los patrioteros, poniéndolos en eminencia, e incluso se metió con la cosa educativa, diciendo que para educar e instruir había que usarlo todo: la prensa, las imprentas, las sociedades patrióticas y el púlpito. No le hicieron caso. Ni antes ni ahora, que sólo se instruyen procesos judiciales. Y se usa solamente la impronta y el pálpito.

Y ya estamos en convite, en Europa con bate mi chocolate. El primer aterrizaje forzoso lo vino a dar en la pérfida Albión, pero más para la parte de Inglaterra, en un lugar llamado Falmouth. De ahí viene el refrán ese de "cría Falmouth y acuéstate a Dormunt". Pero, cansado de tomar té y entender poco, pasó por la Francia y se mudó para Madrid, donde ingresó en el Club de los Habaneros. Y mire qué interesante, parece que todavía no había florecido mucho el regionalismo, pues siendo miembro de los Habaneros, lo eligieron en 1837 diputado por la provincia de Oriente. La provincia de Oriente era una cosa que quedaba entonces en las afueras de Bayamo, a la derecha de Granma. Como bayamés tenía usted todo el derecho a que lo orientaran y lo disputaran por Oriente, que hay casitos reputados de diputados a quienes jamás han visto por ese inflamado territorio. No sabe lo me alegró su elección, se lo digo como bayamés y enciclopedista, y hasta un poco francés si queremos exagerar. Un escritor le describe así: "En Saco tenemos un antropólogo, un químico, un botánico y quizás el primer ecologista cubano, tempranamente preocupado por la deforestación de nuestros bosques, durante la primera mitad del siglo XIX". Si le sumamos a eso que era también un político, un polemista, un orador, un historiador y un librepensador, constituía usted solo una asamblea. No me explico por qué eligieron más gente.

Hay una foto suya, posterior a esa época, en que su semblante recuerda ligeramente a un cemí de los que le hablé al principio. Sospecho que fue hecha en Barcelona, pocos años antes de que la diñara para siempre, sin ver firmada la Ley de Abolición de la Esclavitud de 1880. Tiene cara de que le han quemado el pueblo natal. Yo tengo un retrato mío en que nos parecemos en la expresión. Ya lo del pueblo quemado me importaba menos, pero me la tiré el día que me quitaron mi casa de El Vedado por haberme introducido en la candela viva. Mire por dónde venimos a emparentarnos también.

En 1854 levantaron la veda en la Isla, es decir, decretaron una amnistía. Abierta la talanquera usted no quiso regresar de inmediato. Inteligente que era, porque allí, como todo es por decreto, uno nunca está seguro si lo van a contradecretar excretándolo a uno, y hay que esperar un par de veinte años a ver si le cogen el ponche a la situación y no hay escape de aire por el mal recape. No fue hasta 1861 que recurvó, hecho que pudiera poetizarse diciendo: "Él volvió, volvió casado", pero ella no se murió de amor. Todo lo contrario, estaba de lo más feliz. Como buen antianexionista, se anexionó en matrimonio a la viuda de Narciso López —es una infamia decir que ha sido usted el autor del poema Muerte de Narciso— y mire que también me alegra esa otra erección. Ahí no puso precisamente el dedo en la llaga, sino el ímpetu y el corazón. Pues bien, fueron a La Habana y le comieron el tasajo brujo al ricachón Aldama en su palacete. Entre tanto menaje y homenaje, le hicieron corresponsal del Liceo de Matanzas, académico de mérito de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, y socio de muchísimas asociaciones. Cuando usted vio que lo estaban asociando demasiado, recogió el pijama y volvió a partir, en un rapto de inspiración y olfato. Por mucho que lo mimaran, el agasajo con tasajo tiene premio, y uno no sabe la úlcera que provocan la invidia, la quinina personal y la roñita. Los esclavistas no le habían perdonado el antiesclavismo, y estaban locos por esclavarle un fierro por la espalda. Aunque usó seudónimos diversos, como "Un socio quejoso", "El amigo del orden", "Los cubanos", "El amante de la ilustración", "Un académico" y "Un patriota", todos le olían la axila al saco, es decir, le reconocían.

Antes de despedirse de este mundo, que es como decir de Barcelona, y dejar escritos unos papeles póstumos, garrapateó una obrita titulada: Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en los países américo-hispanos, de 1879. Mire qué raro que eso no lo han dado a conocer más, como para que la gente no se entere. Ni por el púlpito ni por la pulpeta. No vaya a ser que haya personas que comiencen a comparar a Cuba con otras islas del Caribe, y sueñen que podemos llegar a tener un desarrollo tan grande y hermoso como el de Haití. Aunque creo que a eso vamos, sin nada en el morral.

Muy bayamés, muy contento y con un lema: A quien le sirva el Saco, que se lo ponga,

Ramón

1. Inicio
2. Pero, antes de ponerle...
3. Pudiera estar horas...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a don Agapito Resóplez
RFL, Barcelona
Carta a la Condesa de Merlín (II)
Yo, el mejor de todos
JOSé H. FERNáNDEZ, La Habana
Carta a la Condesa de Merlín
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Carta a Ńico Saquito
RFL, Barcelona
Novedades de toda la vida
ENRISCO, Nueva Jersey
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir