Y ahí no para la cosa. La cosa, si me dejas, te llegará a la Campanilla, sin mucho polvo. No quisiera abusar de tu imberbe paciencia ( sí, ya sé que es un maravilloso disparate esa frase, pero vivimos en frase terminal, y no de ómnibus) machacando, macerando estulticias de significado sexista, pero no puedo pasar por harto ese himno al onanismo y la autocomplacencia que dice: Bartolo tenía una flauta,/ con un agujero solo,/ y todo lo que tocaba/ era la flauta de Bartolo. ¡La hostia! Esa alusión a la membresía eréctil y musical del compañero Bartolomé es repulsiva, cargada de ignominia, seguramente alentada por la mafia de Miami. Y luego, qué puede pensar un paciente e imberbe infante, encerrado en el baño de su casa, al descubrir que él mismo es semejante a Bartolo, aspirando al conservatorio. ¿Será músico o se consumirá en agotadoras ensoñaciones donde ejercite trapecios y bíceps. De allí hay que sacarlo luego con fórceps. Pero bayamo con lo tuyo, tallullo.

Confesadas mis impresionantes y esporádicas similitudes contigo, y argumentados los peligros y equívocos que pueden nacer del tropel imaginativo, paso (que es el del mulo en el abismo) a enumerar otras inciertas sospechas, como le dicen los especialistas en metonimia a los rasgos distintivos del lenguaje, y a los simbolismos de la comunicación. Traga ahora en seco, aprovecha que tienes el guagüero poco prominente todavía:

Análisis del sujeto con características que dice llamarse peter pan (Pedro Olla)

- Viste de verde
- Vuela
- Va armado
- Lucha contra un enemigo superior en número
- Apenas duerme
- Es dueño de una isla detenida en el tiempo
- Se niega a crecer y madurar
- Hace lo que le sale de la plumita
- Entra en las casas de otros vecinos con absoluta impunidad, a su libre albedrío
- Es siempre el Jefe
- Es enredador y conflictivo
- Hace denodados esfuerzos por sobresalir en todo. Para ello usa todos los mecanismos a su alcance
- Disfruta confundiendo a los niños, aunque no lo hace a propósito: él piensa que es lo mejor
- Su discurso es inconstante
- Todo lo hace impulsivamente
- Es más guapo que nadie
- Se plantea la vida como una guerra, y las relaciones entre individuos, con jerarquía militar
- Sufre de cambios de humor imprevisibles
- Todo lo asume como un juego o un reto
- Tiene más de setenta años (contando desde el momento de su creación)
- Últimamente pierde la sombra con frecuencia. Y el tino, el aliento, la compostura, la decencia, el orden de la conversación, etc. La visión de la realidad no es una pérdida. Vino así de fábrica. Y también sin gracia.

Comprenderás que siguiendo los hilos invisibles de este análisis brillante que mi podrido cerebelo —que también se niega a crecer, tal vez porque se aferra mentalmente al litro de leche que perderá al cumplir siete años y a la profunda responsabilidad civil que la Oficoda descargará sobre sus juveniles y poco desarrollados hombros— tu personaje inolvidable se parece mucho, pero muchísimo, al guerrero mayor de mi suelo natal. No dejo de pensar en aquel letrerito que pusieron en las puertas de casi todas las casas de mi país: Esta es tu casa F..ulano, que le daba permiso para inmiscuirse en la más ramplona intimidad corporal y mental. Ni te cuento lo de querer estar siempre acompañado, sufre de una enfermiza necesidad de espectadores. Llega a improvisar unas pantagruélicas marchas combatientes, aunque los expertos consideran que es sólo un reclamo turístico, para demostrarle al mundo que en la isla queda gente. (Aquí hago un llamamiento a la conciencia del mundo: si continúa de ese modo la desertificación, el cubano se verá obligado a llevar arena a las playas en envases particulares, al igual que hacen con las sábanas al ser ingresados en un hospital)

Otras alarmantes similitudes son: el Capitán Garfio, el lenguaje insolente que usas para dirigirte al pirata y el cocodrilo que se tragó el reloj. A nivel simbólico, ese garfio poderoso pudiera representar al imperialismo yanqui, su asedio bucanero a la vida nacional y sus ambiciones geopolíticas. Seguro me preguntarás qué pinta aquí el saurio que persigue incansablemente al canalla marino. Mira mi isla. Hasta los poetas de talleres literarios municipales coinciden en llamarla “caimán”, por su parecido plástico,  geográfico y su tesón acuático. Ya lo de ese tic tac que sale de sus entrañas puede representar el aviso sonoro del enfrentamiento, y el recuerdo inolvidable de la primera confrontación entre ese Goliat —que representa el Capitán— y el lagarto—David.

Pero, no, me niego. No quiero verte de ese modo. Mi corazón ha perdido tantas alas con la brutal realidad, que ya crece desnudo y desamparado, desplumado y con los muslos parriba. Como un pollo al horno.

Prefiero pensar que eres el rastrojo de ensueño y libertad que queda en nuestra mente, lleno de clorofila, lo que le da un cierto olor a hierba silvestre en los talones, y que no pierdes la sombra, sino que te la decomisan junto a la camisa cada vez que intentas entrarle a mi isla como un fantasma del pasado, porque las autoridades te ven como un asqueroso contrabandista de emigrantes. Esta conclusión tan genial viene respaldada por una razón escultórica: no te han escupido en mineral, y sospecho no lo harán jamás. Y mira que ha cogido cajita un burujón de gente, como si sobrara el material con el que hicieron a nuestro Titanic de Bronce, que hemos llegado a ser completamente titanios. ¿O es que nos hundimos?

Y como no tengo más disparates que decirte, guardo el garfio, hiervo el cocodrilo y lanzo mi grifo de guerra en tu honor, que pareces haber nacido en Campechuela. Y no olvides mandar a Campanilla de vez en cuando. No veas lo que la población le agradece el polvito.

Como un eslavo sin Pan, uno de Peter vulgo,

Ramón