www.cubaencuentro.com Lunes, 02 de febrero de 2004

 
Parte 2/3
 
Carta a Éufrates del Valle
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

De usted aprendieron el halago y la coba, la asociación vacua y vacuna, el estereotipo en estéreo, el amagar y no dar, y ese miedo cerval en la cerviz que lleva a la sevicia sin ceviche. Dios santo, fíjese que nadie le ha preguntado a su Toda Santidad Bartolomeo quién le diseña los batilongos, que era noticia ardiente como papa caliente. La misma idea de su periódico —y el nombrete del membrete— El Imparcial, ya era para perder glóbulos blancos, apuntar para enfisema cerebral, y apoltronarse en una neutralidad que, de tan partidista se parte uno de la risia.

Esa actitud suyita, tan complaciente con quien soltaba magua y solvencia, le hacía caer en el ditirambo, en el gato por liendre, en el sofisma artrósico. Si el sargento Arencibia guindaba a diez tipos de una Guásima, allá iba usted, certero y raudo como oso con disentería, a obviar la escandalosa nota, a suprimirla de la letra impresa —a eso le llaman letra muerta— o a encausarla con enjundia de otro modo, felicitando al alcalde por la grandiosa iniciativa de redecorar el paisaje campestre.

De su vocación apologética han aprendido mucho los currinches de ahora. Si no fuera como para darle vergüenza a un elefante con conjuntivitis, serían inolvidables textos de comedia. Aunque los hay que provocan graves úrsulas estomacales. No sabe el placer que da abrir un periódico —bueno, "el" periódico— y saber que no ha pasado nada de nada. Y decirse uno mismo: "Epa, muchacho, qué jodido anda eso por allá afuera. A gozar y a bailar con la afónica nacionar".

Cuando sufría esos jubilosos desengaños, lamentaba que aquel bodrio no fuera el órgano oficial de la Comisión Nacional de Natación. Pero de nado sincronizado. Y hablando de mondongos, cuando a un amigo mío le preguntaron en un hospital qué órganos estaba dispuesto a donar, escribió, sincero y afectuoso que, en primer lugar, los órganos de la Seguridad del Estado. No lo supo la prensa, pero no importó. Lo prensaron allí mismo.

Yo, como le conté, fui sintiendo desde templada edad cómo iba surgiendo en mí —primero de forma fetal— la inclinación por lo periódico, que es la primera señal de la vocación. Luego, cuando se desfetaliza, uno mismo tendrá que decidir su relación con la prensa: periodista o periodiquero. Y, con los años, por un problema en las bujías del carácter, me fui haciendo también más y más independiente. Y eso suena peligroso. De fetal a letal. Eso es candela viva. Dos vocaciones que, unidas, dan como mínimo veinte años y un día. Tal vez por esa razón crecí independiente del periodismo, y en esa actitud de moderada veneración venérea, fui, lentamente, lagarteramente, sigilosamente, ampliando mi mentada mente y buscando coincidencias entre su oficio y el de los tantos imitadores automáticos de la actualidad insular, que ya sabemos la insulina que usan.

Comprendí los moldes, las similitudes —que en el preclaro lenguaje de Veguitas y Cauto Embarcadero se dice, con brillosa simpleza "similitancia", que trae más de un equívoco— entre su ampuloso periodismo jaculatorio y éste que me avergüenza y digo, que es para mí el sumun, por no decir el semen, absolutamente eyaculatorio, porque está hecho para provocar el placer de los que mandan. Por eso el sabio pueblo, eso que llaman vox populi en los alrededores de Jiguaní y que ya en Guisa viene a conocerse como "Radio bemba", prefiere el otro efecto noticioso, el que practica sin jefes de plana planos, incapataces de sección, mandantes de enfermación o corrientones de estilo.

Un periodismo nada perrodista, que en su sintética claridad me recuerda aquel diario de Guadalajara, México, en el siglo XIX, llamado por esencia y estilo El Telegrama, que informaba de este modo adusto y comicón: "Diversiones públicas ninguna. Reina el silencio en todas partes". Y en la crónica de una fuga de prisioneros, se atrevía a resumir plásticos detalles de este manera: "¡Atajen ése! ¡Atajen ése! Gritaban presos que día 19, unos tras otros, largáronse de Barranquitas donde traíanlos trabajando".

Qué concretancia, qué poder resumancio —para seguir con Veguitas y Cauto—. Qué manejo del lenguaraz lenguaje. Qué brochazo artero y certero. Qué estocada en la estacada. Allí estaba dicho todo: el qué, el cómo, el dónde, el cuándo, los quiénes y hasta los para qué. Después de esos rafagazos, toda mesa redonda o cuadrada me parece un doloroso gasto de electricidad. ¿Qué decir, excelso y flamígero plumífero, de otra nota, internacional y picarona esta vez, como esta: "Con 14 varones que viven todos hase casado sucesivamente una dama de E.U. dejando todos boca abierta buscando más".

¿Aguanta otras dos? ¿Qué foliculario de los que amalgaman los medios —nunca mejor dicho esto de medios, que significa, para mí, incompleto— en cubita la bella pudiera criticar con tan elegante y estreñida sutileza una obra no concluida, como este tapatío decimonónico: "Estación ferrocarril muy adelantada, techumbre formándola frondosos fresnos, hermosos naranjos demás departamentos"? Y lo remacho con esta joya: "Detestable humareda despiden basuras queman esquinas. ¿Policía no narices?".

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