www.cubaencuentro.com Lunes, 10 de mayo de 2004

 
Parte 1/3
 
Carta a Liborio
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Centenario, agraviado y destoletado Liborio:

Cuando nací, inodoro, indoloro —en el seno de una familia—, había dos referentes nacionales típicos en cuanto a la mejor manera de no prosperar en esta vida. La primera, "trabajar para el inglés", lo más vano, estúpido, árido y contraproducente que se podía hacer. Lo otro, casi lo mismo, pero con cierta carga denigrante, poca mecha y demasiada dinamita; cuando realizar una cosa era lo más parecido a arar en el mar; decían "que lo haga Liborio", y con ello le lanzaban la piltrafa a otros.

El voto

De manera que uno no sabía bien —cuando digo uno, me refiero a mí mismo, es decir, a un niño con limitaciones lácteas y brillante inteligencia desde el culero— si Liborio trabajaba para el inglés o resumía una especie de destino manifiesto que, metafóricamente, significaba que había que jeringarse de todos modos.

De ahí, por asociaciones matemáticas y un poco ilícitas, se desprendía que Liborio era prácticamente fronterizo, la representación precisa del Bobo de la Yuca, el comegiña, el simplón, que además costeaba las cosas obtusas, las Jaujas ajenas, los proyectos fallidos de antemano. Y ese fue un tercer referente que amamantóme amándome: "Liborio paga". Y como todos pagamos juntos por pescadores, Liborio somos, y en el mal andamios. Hasta una metáfora hay que ilustra lo que significa acercarse a lo que representas, y es ir "barranca abajo y sin freno, como la puerca de Valladares". Valladares debe ser un alter ego o un apellido.

Luego te vi, y eras en realidad la fiel estampa del escache, aunque ya se instalaba entre nosotros una tercera manera de no prosperar en la vida, que, negando las dos anteriores, se haría la única y más efectiva. Un sistema social, económico, político, cuyas miras empresariales más inmediatas eran que en la familia tuvieran una sola camisa decente y que la usara el que ese día debía salir a la calle. Todos alegres y emprendedores, sin coger las goteras del techo, porque en el África Austral existen tribus que ni guano tienen a mano para cubrirse.

Enemistándose con el inglés y borrándote de un plumazo, todo auguraba que por fin el pueblo —que de alguna manera eras tú— iba a dejar la guayabera raída, los zapatos de vaqueta, la vaina de ternero desolado, la patilla huérfana de retoques, la expresión de quien descubre que le han robado los calzoncillos de la tendedera, el machete mellado —de acero sin asere—, el pantalón de yute malo, las polainas de vaca enferma y el yarey deprimidísimo, se abriría paso victorioso en la manigua mundial, pero no. Alguna mente potentísima lo calculó todo en un plan liborioso y diabólico, y terminamos todos peor, envidiando la prosperidad que brindaba tu estampa desolada, y lo que es más doloroso: sin aparecer en prensa. Caricaturas sin impresión.

Pero entonces, de niño —que dicen que así no se vale— al ver primero tu remota imagen gráfica en un libro, pude comprobar más tarde que eras calcado a los muchos guachos que pasaban por mi casa, guájaros de mirada famélica, guachinangos de noble simpatía. Y a todas luces pariente cercano de los miles que veía en aquellos esporádicos y vacacionales viajes a la capital, cuando el campo llegaba a La Habana casi hasta la parte de atrás del Hotel Nacional.

Desde entonces formaste parte fija de nuestra plantilla, que es como se le dice burocrática y decentemente al entorno familiar, aunque el mío, más que un entorno, era entornado, por no decir estorbo. Para colmo de mares, mi madre se las agenció para hacer un afiche con tu figura, y desde ese momento presidías, vigilabas y encabezabas nuestro yantar. Mientras otras progenitoras utilizaban el viejo y arcaico truco del Coco o el Hombre del Saco para que sus hijos comieran, a la nuestra le bastaba señalarte, y mi hermano y yo barríamos el peltre acabando con el rancho. Te señalaba, con un dedo amarillento por la nicotina de los Aromas, arqueaba una ceja y rugía bajito: "Muevan la cajetilla si no quieren quedarse así". Era infalible.

1. Inicio
2. Así que la cosa...
3. No me extraña...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Carta a Estée Lauder
RFL, Barcelona
Carta a Carlos Baliño (II)
Carta a Carlos Baliño (I)
Carta a Antonio Machín
Turismo a puertas cerradas
ENRISCO, Nueva Jersey
Carta a Eduardo Saborit (II)
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir