www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
Parte 2/3
 
Carta a Winston Churchill
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Claro que esas cosas las solemos decir gente como nosotros, nacidos de la casualidad, hijos de padres ligeramente problemáticos, desafectos de nosotros mismos, inconformes con vosotros mismos y erráticos con tú, yo, ellos y los demás. Usted nació aristócrata y yo casi, porque ya no me aristocraba. Su padre, Lord Randolph, "fue jugador y bebedor, con un carácter voluble y apasionado por la política. Contrajo sífilis a los 46 años", casi igualito que el mío, que lo que contrajo fue matrimonio, aunque ni bebía ni jugaba como el suyo. O que cuando se sonaba un trastazo se apasionaba por la política y había que entrarlo a la fuerza del balcón, porque un hombre en calzoncillos de paticas, al sereno, no debe hablar de temas peligrosos que alteran el vecindario.

Winston Churchil

Su mamá lo parió a usted casi por accidente, y además prematuro. Ahí también por poco coincidimos. La mía casi me pare en occidente, aunque el avión estaba a punto de sobrevolar el Camagüey. Sietemesino, lo que explicaría mi inconstancia con El Capital y el interior, y mi prisa en esta vida. Otros biógrafos dicen que su peliagudo nacimiento no ocurrió porque su madre paseara en calesa por un terreno abrupto, sino por el jolgorio que armó en una fiesta.

Le vino bien de todos modos, porque sería lo más peliagudo que tuvo usted en el currículo y sobre la cabeza. Yo fui tan brupto que le amargué otra fiesta a la mía, cuando despedía el año, la pobre. Es que el sonido del corcho, al destaparse, tuvo un inaguantable atractivo para mí durante mucho tiempo. Otro detalle que nos asemeja es este: su mamá era norteamericana y bajita. La mía también. Mediría algo así como metro cincuenta.

Usted descendía directamente de John Churchill, primer duque de Marlborough, y yo de trenes, guaguas y aviones, así que a partir de ahí nos despegamos. Mi antecediente más relevante buscaba oro por valles y montañas con un aparato de su invención. Ya se habían extinguido los indios y él nunca se fijó que el material estaba en los bancos, así que no tengo un duque en la fachada para alardear por ahí.

Tanto nos separamos que usted, aburrido, en busca de emociones fuertes, nos hizo la primera visita allá en el año 1895, a cubrir la guerra en la manigua reventora, como corresponsal del Daily Graphic. Y aunque reportaba con seudónimo, todavía hay por ahí gente que le recuerda. Cómo no hacerlo con esta descripción suya: "Inglés de 25 años, aproximadamente de unos cinco pies ocho pulgadas de estatura, complexión normal, camina inclinado hacia delante, pálido, cabello rojizo, bigote pequeño y escasamente notorio, habla nasalmente y no puede pronunciar debidamente la letra S".

Claro que en la zona oriental por donde usted anduvo hay muchos con las mismas señas. Algunos con bigote inclinado hacia delante, cabello escasamente notorio, pero la mayoría con dificultad para pronunciar esa misma letra, cosa que me extraña en usted, teniendo un padre que hacía tantas eses en sus agitadas noches. Aún no tenía la supertranca humeante en la boca. Fue durante esa estancia periodística que le agarró el gusto al trabuco, y comenzó su andadura política dando bandazos humorosos como botafumeiro de catedral.

Me sumo a ese deseo suyo cuando dijo: "Me gustaría vivir eternamente, por lo menos para ver cómo en cien años las personas cometen los mismos errores que yo", pero me suena muy, pero que muy cruel. No hay mar que dure cien años ni puerco que lo resista. También hago mío otra consigna suya, más veraz y simpática que los gritos tribales de las Brigadas de Respuesta Ríspida: "cuando hay que matar a un hombre nada cuesta ser educado".

No vea lo que se desconoce esa sentencia, y los modales pésimos que se usan en esa tierra mía que usted vislumbró "allá en el año 95 y por las selvas del Mayarí". Dicen las malas luengas que todo fue una suma de absurdos, ya que "no habiendo calificado para ingresar a la Universidad, optó por la carrera de las armas, aunque no con poco esfuerzo". Y eso que caminaba usted echado hacia delante, que es lo más antimarcial que he visto. Otros le han imitado en la elección. Los ejércitos están repletos de seborucos que pueden gritarle a un pelotón, y humillar a un sujeto, pero no saben conjugar una oración. Tienen muy mal predicado.

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