www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
Parte 3/3
 
Carta a Winston Churchill
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

En 1947 regresó a la Isla, pero a lo grande, en plan desmadre —con las limitantes de su gloria política y todo eso—, a inhumarse en vida, desaguacatado, ronaldándose a toda hora. Se alojó en una suite presidencial del Hotel Nacional y aquello fue lo más parecido a jajá la jardinera. Se desquitó, porque su primera visita resultó casual, producida por una imposibilidad, si nos atenemos a esas mismas malas luengas que afirman lo siguiente: "A finales de 1895, durante los cinco meses de vacaciones de invierno, no pudo costear la temporada de caza y decidió viajar a Cuba en busca de emociones".

Me parte el alma ese descubrimiento. Lo tendré en cuenta para el próximo invierno si me faltan morocotas y me invade el aburrimiento. Aunque, pensándolo mejor, sería más razonable cambiar de destino turístico. No lo incluyo entre aquellas "operaciones divertidas" suyas. Regresar me parece un chiste amargo y para chistes de ese tipo tuve ya 37 años más largos que noche de carbonero. Me acojo a la imaginación y a otra consigna suya: "La imaginación consuela a los hombres de lo que no pueden ser. El humor los consuela de lo que son".

Y al decir eso, inexplicablemente viene a mi mente otro gran fumador cubano. Precisamente el dueño de las tierras, las vegas, los mosquiteros, los regadíos, los cujes, las casas de secado, el sol que les hace verdecer, la sombra que les oscurece, los agricultores que las cultivan, los estudiantes que recogen las hojas, las abejas que les polinizan, el abono que les fertiliza, los choferes que las transportan, los tabaqueros que las doblan, cortan y hacen papelillos, los lectores que les leen, los administradores que les administran, las bombillas que les alumbran a medias y les dan calor con los zapaticos que les aprietan, las chavetas, las chivetas, las tripas, los anillos, las cajas en que se encajan, los humificadores que los humifican, los expendios donde se expenden, los aviones donde los extienden, y los Festivales como éste, al que ha sido invitado usted nominalmente, donde se reúnen los hombres puros a fumar y bailar con la Sinfónica Nacionar.

Claro que en esa segunda estancia suya no estaba aún —para suerte de nuestros padres y abuelos— el tabaconio mencionado. Usted venía con la gloria inmensa de haberle aguado la sopita a Hitler, y tenía todo el derecho del mundo a nicotinizarse a gusto en aquella Habana donde se escucharía, unos diez años más tarde, el tema musical Tabaco verde, de Eliseo Grenet, que iban a glorificar las tostadas muchachitas de Las D'Aida. Así y todo, el barbado tabaquista que humificó la Isla más tarde no supo, o no quiso saber, de esa peligrosa sentencia suya que dice: "Una buena conversación debe agotar el tema, no a los interlocutores".

Otros dos detalles me hacen pensar que desde entonces usted va muy ligado a la vida de mi país, y que, en secreto, rige su ejemplo y le homenajean a cada paso, y no estoy hablando de las ilusiones que se van como el humo, no. Una fecha simbólica y el que La Habana actual se parezca cada día más al Londres de postguerra me hacen pensar en ello. La fecha, mire esto y no chupe ahora la breva, es el 26 de julio.

Ese es un día tan señalado, pero tan señalado, que resulta fatal para cualquier enseña. He aquí que:

- El 26 de julio de 1875 nació el poeta español Antonio Machado, que no tiene nada que ver con esta historia, pero quise recordarlo.

- El 26 de julio de 1928 nació el cineasta estadounidense Stanley Kubrick, que nos retrataría subliminalmente en 2001: Odisea del espacio, donde adivinó el problema de la vivienda en Cuba.

- El 26 de julio de 1933 el gobierno del Reich promulgó una ley de esterilización para mejorar la raza alemana. Creo que por ahí salió luego la Stasi, de donde aprendieron los machacapapas segurosos de mi país.

- El 26 de julio de 1945 venció en su país el Partido Laborista, obligándole a renunciar al cargo de primer ministro y acogerse al plan pijama.

- El 26 de julio de 1953, el Gran Fumador que le describí, le desgració los carnavales a los santiagueros y comenzó a torcer el inmenso tabaco posterior, donde nuestras ilusiones se harían cenizas.

No me diga ahora que la fecha en cuestión no es un mal día que nos une. Súmele a eso que acaban de descubrir, en una tienda de animales de su tierra, y con unos jacarandosos 104 años a su lorito Charlie, su mascota, su compañía más íntima durante la guerra mundial, eco de sus exabruptos, y el más verde fumador pasivo que ha vivido para contarlo.

En eso también coincide con el Cacique que le organizó el reciente homenaje tabacalero en La Habana. Pero no quiera ver la cantidad de cotorrones que tiene este ahora. Aunque dejó de echarse al coleto las olorosas aldabas, no puede prescindir del vicio de amaestrar sabandijas.

Con el H. Upmann apagado,

Ramón

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