www.cubaencuentro.com Martes, 18 de mayo de 2004

 
Parte 3/3
 
Carta a Estée Lauder
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Entonces el Gran Estilista buscó métodos más sutiles para atender el desgaste de jeta de su pueblo, y, sin dejar de martirizarlo como su genialidad le indicaba, rechazando toda la gama de productos que ya usted había puesto en el mercado burgués y asqueroso, fue cultivando la belleza interior, que a veces florecía también en la epidermis de aquel pueblo alegre y sonriente, siempre en contra de aquella guarachita de Bimbi y su Trío Oriental que dice: "Tú verás, tú verás qué sabrosito/ es dormir en un bastidor blandito", que es otra metáfora de la conocida "sopita en botella", peligrosísima para la férrea voluntad de un pueblo que debe ser bello; mientras más ocupado esté en las boberías que se le ocurren al mangante, menos chance tiene de ablandarse y que el enemigo lo agarre sacándose las cejas, pintándose las uñas o haciéndose una liposucción. Que para succionar está el estado, hasta el lipo, y es por eso que el cubano lleva 45 años a régimen.

El único aporte suyo que nuestro Gran Estilista utilizó fue esa frase suya de "la belleza es una actitud", no vea cómo ha intentado encarrilar actitudes en la Isla. Y la gente, agradecida, fue ocultando actitudes y aptitudes con un entusiasmo y una alegría que la dejarían a usted tiesa de nuevo. Claro que el pueblo no lo hizo solo, así, espontáneamente, sino que el Dermatólogo instaló salones en cada cuadra, y en las zonas, y en los municipios, y el laboratorio central, funcionando las 24 horas a todo trapo situado en la calle San Miguel entre Anita y Goicuría, municipio 10 de Octubre, en La Habana, donde de una sola bofetada te ponen de veinte años y un día. Es toda una Villa, con los más modernos accesorios para cambiar rostros y rictus, patas de gallina, pollos, patos, guanajos, ceños fruncidos, arrugas ideológicas y deslices dactilares.

Fue un éxito, se lo aseguro. No imagina cómo comenzaron a cambiar las cosas, en una batalla que aún no concluye, y donde la fiebre del maquilleo se le metió en los huesos a todo el mundo. Tal vez se perseguía, en primer lugar, llevarle la contraria a aquella infeliz guarachita de Obdulio Morales cuyo estribillo mandaba a los feos pa' la cocina. Como se irían poniendo las cosas, la cocina era el lugar más peligroso de la casa. Y se empezó, por otra parte, a echar mano de las placentas para elaborar ajiacos embellecedores de la realidad, y el cubano, a pasarla fetal. Y si algo ha tenido el natural de mi tierra es placenta, mucha placenta. Para aguantar, aunque la realidad no sea placentera.

He leído a profundidad todos sus consejos de belleza y estoy impresionado. Sobre el tema de la piel —que ya dije que aprendió con su tío medio checo o casi húngaro— hay un capítulo titulado Limpieza en profundidad, en el que escribe que "la limpieza de la piel es un ritual de la belleza que debe comenzar en la niñez". Eso es una maravilla, y el Gran Estilista lo ha cumplido a cabalidad.

Usted no imagina el daño que hace la leche de vaca en el forro humano. Por eso, a los siete años, nuestros niños comienzan a olvidarse de ella —y de paso de esos dañinos mamíferos herbívoros que la producen— aunque se les queda un azoro en el pellejo y una mueca en la mandíbula, que pasan años antes de poder refrenar el impulso de lanzarse contra cualquier cosa que parezca una teta. De quitársela se encargan las Unidades Intensivas de Maquillaje Rápido. Uno de sus logros más rimbombantes es la gruesa capa que recubre las caras del cubano actual. Es un maybelline elaborado a base de Doble Moral, que cualquier momia egipcia resulta tan expresiva como Luis Sandrini o Jim Carey.

Pero no es ese el mayor hallazgo de nuestro Esteticién. Lo suyo ha sido el sistema en general, y deja los retoques particulares a sus asistentes. Lo mismo maquilla cifras económicas, que fachadas de edificios, cuando alguna personalidad con rango ligeramente más alto de Jefe de Tribu nos visita. Ahora le ha dado por anunciar algo que posiblemente a él le complazca, pero que a mí me ha puesto a temblar. Ha dicho: "Albergamos la convicción —de la que nunca hablo— de que en un período no mayor de cinco a seis años, la perspectiva de vida de nuestro país alcanzará no menos de 80 años (Aplausos)".

Dios mío, no vea lo que puede hacer la nueva cosmética en un pueblo loco por cosmer cualquier cosa. ¿Para qué va a querer el cubano durar tanto con el mismo champú de heroísmo? Una población que ya no resiste un motazo nuevo, ni un enjuague de suavizador "Nuevas Batallas Nos Esperan", ni un recape de crema facial "Futuro Luminoso Que Nos Aguarda", y que está dispuesta a arrugarse, pero en libertad. Y que la belleza, como la alegría, anden por fuera, que es lo único que uno se lleva en la carroza.

Depilándome tras vender el cajetín,

Ramón

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