www.cubaencuentro.com Domingo, 02 de enero de 2005

 
Parte 3/3
 
Carta a Pancho Marty (II)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

La Historia dice —y yo no la contradigo— que usted inauguró el Teatro Tacón el 28 de febrero de 1838 con grandes bailes de máscaras, seis, para ser más exactos, y se considera que fueron carnavalescos. Para lograrlo —sigue diciendo la Historia— había obtenido una concesión del Gobernador o Capitán General —otra concesión, y eso ilustra que usted era un bicho para concesionarse con el poder— para levantar, en la llamada Puerta de Monserrate, en lo que llamaban Paseo de Isabel Segunda, un lujoso escenario. Y se lanzó usted por todo lo grande —que ahí comenzó la obsesión cubana por el tamaño. Los cubanos no podemos hacer un avión, una heladera o un chinchal que funcione. No, tiene que ser el avión, la heladera y el chinchal más grande del mundo, o al menos, de América—.

El edificio tenía cinco pisos de palcos, tertulia y cazuela. Los teatros en la Cuba actual son más sencillos y prácticos, y, por supuesto, el gobierno ha suprimido una de las partes: la cazuela, porque se ha demostrado que la gente protesta siempre cuando la ven vacía. Cabían —de pie y sin darse brocha— unas 2.000 almas, entre aristócratas y desalmados, cifra ridícula para cualquier acto donde la gente aplauda. Si no pueden mover las manos, lo hacen con la boca, que es a lo que más llega la censura estatal.

Su teatro, o Teatro Tacón, abrió fuego el 15 de abril de ese mismo año, 1838, con la obra Don Juan de Austria, representada por una compañía dramática de la madre patria. Pero en mayo del año siguiente, en una operación muy suya, ya estaban operando en el lugar. Una compañía italiana cantó la ópera Norma, de Bellini. Era su manera particular de adelantarse al Papa Juan Pablo II, dejando que Cuba se abriera al mundo. Todo era entonces muy bellini, y sobre todo, sabrosini. Y había tasajo brujo.

Sin embargo, el negocio más próspero estaba fuera. Usted consiguió también la primicia de organizar el barullo de la plebe, el bullicio carnal, el restriégame la colcha de los habaneros en juerga —desde entonces juergan los comentarios— en los alrededores del establecimiento, estableciendo así una alegre costumbre perniciosa, en la que la gente gozaba a pierna suelta. Los suyos, los que organizó personalmente, se suponía que eran carnavalescos, y estaban pensados fundamentalmente para la gente decente. Pero la gente decente tiene una manera muy rara de divertirse, y aquello no pasaba de dar vueltas en quitrín agitando banderas. Un carnaval que solamente sea de disfraces y quitrín banderas, aunque tenga serpentinas y confetis, no suele apasionar a la gente más simple.

Esa gente simple —que era, casualmente, la que alimentaban con tasajo y boniato, y que tenía un destino de caoba— había tenido sus escasas concesiones los días de reyes, y aprovechaban para trabajar en lo del sincretismo de cara al público. El otro sincretismo, el del blanco creando mulatas en todos los puntos cardinales con una base carabalí o conga se hacía con nocturnidad y de puertas adentro.

De manera que, al darles usted un chance y levantar el Tacón, se fueron mezclando los quitrines con el bombo, el "te conozco mascarita" con los iremes e irakeres linda, el organdí con el pocopón pocopón y el clan clan clan de los cencerros hasta llegar a algo tumultuoso, popular, sudoroso, espléndido, "hasta Santiago a pie/ mira negra yo voy a pie", el "no me arrempujen", El Alacrán tumbando caña, Las Boyeras, La Jardinera y el "siento un bombo/ mamita, me está llamando", mientras en su fuero interno cantaba usted, de su tradicional cosecha catalana, lo más movido a lo que podía llegar, con esta conga del Llobregat: "Quan jo n'era petitet/ festejava i presumìa,/ espardenya blanca al peu/ i mocador a la falsìa.// Adeu, clavell morenet!/ Adeu, estrella del dìa".

No imagina cómo se fue complicando el ajiaco con su lúcida invención. Aquellos bailes trajeron estos fangos, y en tiempo de festejos, la ciudad solía oler a tamal con urea, a glándula sebácea mezclada con chicharrón, a lirio escrotal traído desde el Diezmero, a bota cañera pasado por cáscara de Coronilla, a palo encebado, y a axila a la cebolleta con seborrea de importación. La ciudad brillaba. La urbe vibraba en homenaje al Rey Momo, hasta que llegó otro momarca a parar la monografía.

Ya el carnaval es un evento más. Una oportunidad de achicharrarse a pergazo limpio, en esa fraternidad que da la desolación, cuando los perdedores se reconocen en los únicos días en que suponen que les autorizan la alegría. Antes, al menos, venían las carrozas cargadas de hembras vigorosas y joroconas. Pero desde que la cubana decidió estar integrada a estar buena, se le cayó el caché a la parranda. Suspendido el juego por labia, y nadie viene arrollando, por aquello de que el arrollo de la Sierra complace más que el mal.

Imagino que usted, en la sombra de su fantasma, se ríe despacioso y amargo, viendo cómo perdieron las ganas de vivir hasta los hijos de Tomasa. Con un boniato cerebral y sin tasajo brujo.

Echando un pie con la cornetica china,

Ramón

1. Inicio
2. Cualquier frío analista...
3. La Historia dice...
   
 
EnviarImprimir
 
 
En Esta Sección
Un 2004 con Chávez y chavitos
ENRISCO, Nueva Jersey
Carta a Perucho Figueredo (II)
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Las neuronas y el poeta
ENRISCO, Nueva Jersey
Carta a Perucho Figueredo (I)
RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
Carta a Manuel Saumell
RFL, Barcelona
Carta a Armando Calderón
Editoriales
Sociedad
Cultura
Internacional
Deporte
Opinión
Desde
Entrevista
Buscador
Cartas
Convocatorias
Humor
Enlaces
Prensa
Documentos De Consulta
Ediciones
 
Nosotros Contacto Derechos Subir