www.cubaencuentro.com Viernes, 25 de marzo de 2005

 
Parte 1/2
 
Carta a Juan Gualberto Gómez (I)
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Inconforme, incorruptible e imperdible Juan Gualberto Gómez y Ferrer:

Hoy me han hecho la prueba del bantú y dio negativo. Tenía una tosecita ahí, un Koch Koch preocupante, algo como branquial, y han pensado que podía tener relación con un tubérculo. La yuca probablemente. De pronto, con la aguja bajo la piel, me las vi negras. No sé por qué me vino usted a la cabeza en un dispensario de la calle Manso. ¿Sería por su lucha pacífica? No sé si en su época ya hacían esa prueba que hoy me hicieron. Le aseguro que no hubiera tenido que pasarla. Era negativo a primera vista.

J. G. Gómez

Pero no vengo aquí a hablar de la color, que tantos problemas le trajo, cuando merecía mucho más, por su limpieza de alma y su inteligencia. Vengo a ensalzarlo con el condimento de mi admiración. Ahora pienso que puede usted pensar que en ese ensalce le margino a bailador de cosas tropicales y puede ponerse jocicú con lo racial.

Fíjese si no hay ánimo de licra en mis palabras, que aprovecho para contarle sobre su vida a mi gran amigo Danubio. Danubio es cubano, peludo, suave, casi diría que de algodón. Su señora mamá le puso así no solamente por el vals; su profundo brillo en la primera impresión al verlo, le marcó. Esa impresión no ha cambiado, y mi amigo Danubio sigue tan azul, y se asombra cuando le cuento que los padres de usted eran esclavos y habían comprado su libertad antes de traerlo a este mundo inmundo, tacaño, rácana y maldito, como el mejor acto de amor que pueden hacer unos padres esclavos.

Danubio no se contiene, y me confiesa que sus papases no fueron tan previsores con él. Sólo se consuela cuando le digo que los míos tampoco. La historia de que el esclavo doméstico Fermín Gómez, alias Yeyé y padre suyo, y Serafina Ferrer, progenitora por parte de madre, pudieron ahorrar 25 pesos oro para que usted naciera libre, nos sobrecoge a los dos. Fueron a más: compraron su libertad desde el vientre mismo, sin esperar al siglo Vientre, y eso influye mucho sobre el feto. Le explico a mi interlocutor que lo suyo fue un caso aislado, y también un milagro. Milagro doble, pues tuvieron el buen tino de llamarle Juan Gualberto y no Liberto, como estaba cantado.

Así vino al mundo sin cadenas, el 12 de julio de 1854, en Sabanilla del Comendador, provincia Matanzas, en la hacienda "El Vellocino", propiedad de la bondadosa Doña Catalina Gómez. Doña Catalina poseía extensas tierras y más de trescientos extensos esclavos, analfabetos y negros. Ninguno de ellos sufrió jamás latigazos, cepos o maestros. De más está decirle a Danubio que Doña Catalina era precursora de Makarenko en lo de granjas experimentales. Ella misma se ocupó del pequeño Juan Gualberto, y sospecho que hasta le indicó que la raya al medio le iba a venir de perilla. Ya de grande, usted se dejó las dos cosas, como homenaje sentido a esa señora.

De ese modo tuvo escuela y avidez de conocimientos. Libres sus padres unos años más tarde, hicieron como todos, y no pararon hasta La Habana, donde se convirtieron en empresarios. Modestos, para no alarmar a los mal pensados. Yeyé, frutero, y Serafina, manejando una lavandería. Con ese respaldo, y en viendo que al machetazo estaba sato en el aire, lo mandaron a estudiar a París —se puede decir que fue a Francia a golpe de sábana y papaya— una codiciada carrera técnica. Iba a decir cerrajería, mas Danubio me corrige. Uno de la raza quebrada estudiando cerrajería es harto sospechoso, de manera que sus estudios eran de carruajería, que es el equivalente de lo que hasta hace unos años hacían en la fábrica Girón de la calle Línea.

No me extiendo. Digo sólo que usted, con razón, no le metió mano a eso, en desacuerdo con lo racista de la rama. Estudiar carruajería es como decir, atendiendo a sus orígenes, que se graduó de calesero en Francia. Inteligentemente se puso a estudiar francés como Dios manda. En sus datos dice que cuando regresó a Cuba en 1878 "era ya un hombre con mucha cultura que dominaba a la perfección el francés, el inglés, además de otros idiomas", pero no aclaran cuáles. Descarto el yoruba, para que no me acusen.

El idioma le sirvió de mucho. Primero para seguir remando allí, como le aconsejaron sus padres, porque el quimbombó seguía muy malo en la Isla. Y luego, porque así entró a nuestra historia, de traductor y secretario del prócer Francisco Vicente Aguilera, que hizo gira internacional en busca de apoyos, en su función de vicepresidente de la República en Armas.

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