www.cubaencuentro.com Viernes, 25 de marzo de 2005

 
Parte 1/3
 
Carta a Francis Drake
por RAMóN FERNáNDEZ LARREA, Barcelona
 

Corsárico anglo sangrón Francis Drake o Sir Pancho:

En mi país no se le ha tenido nunca mucho aprecio, mire usted. Y yo, que le he estudiado y seguido como si se llamara Adelita y se fuera con otro, sólo achaco —con mis achaques— ese velado rencor —que en algunas zonas de la población se conoce como "jiña"— al temor y a la envidia; tal vez al desprecio al que nos sometió, pues, de tanto esperar su desembarco, la gente como que se cansó de hacerlo y comenzó a odiarlo. Las mujeres, como en el cuento de la abadesa, soñaban con ser violadas entre sus brazos; y los hombres, locos por aprender inglés, enrolarse en uno de sus largos y divertidos viajes o ser a su vez violados entre sus brazos, que para escapar ya no se anda uno con chiquitas, sino con peludos y sanguinarios hombres de mar, para que la eh Popeye sea completa.

F. Drake

Ha sido usted un marino bastante confuso para ser inglés. Unos dicen que nació en 1540, y que se crió en el seno de una familia. Otros, que lo hizo en la cala de un barco, en la misma fecha, y por eso la mar le era tan familiar. Y los hay que le hacen el mayor de doce hermanos, nacido en Devon, hijo del reverendo Edmund Drake, un vicario puritano, sin calar, y eso no es tan malo. Yo tengo un primo que nació cerca de una vicaria y nunca ha tenido orzuelos ni líos en la vista, aunque nos salió balsero, con poca brújula en el meollo y mucha escóbula en la proyección.

Me atengo a la versión de que se hizo usted huérfano muy temprano, y de manera rápida le agarró roña a los españoles, tanta, que llegué a pensar que su madre se había fugado con un torero. Uno nunca sabe lo difícil que puede ser la vida junto a un puritano. Y si es vicario con poca calada, qué me cuentan.

No creo que la orfandad le lanzara al mar. Cierto es que cuando murió mi vieja  estuve acariciando botes con la mirada durante una larga temporada, pero sospecho no era por la misma causa. Lo seguro es que en la adolescencia le entrara la majomía de abandonar Plymouth, aprovechando que entonces no había que esperar la desgraciada tarjeta blanca. Y estuvo también la influencia de su tío, John Hawkins, pionero en lo de anglar sus propios en malvados predios, que manejaba con alegría y discreción el negocio del contrabando, el comercio de rescate, la trata negrera y la piratería, y a quien los españoles de las Antillas conocían como el escocés, o Aquino, el escocés, que suena a nombrete y a chacota. He ahí tal vez la punta de la sarna hispana que se le fue extendiendo más tarde. Hay que ver que es cierto lo de las malas compañías. Ya lo dice el bicho: "Dime con quién anclas y te diré qué remes".

En lo que sí todos se ponen de acuerdo es en que pronto se le embotaron los sentidos, y se embarcó. Comenzaron para usted entonces todas esas cosas raras que trae la mar, además de sargazos y aguas malas, términos terminales con chapoteo de olitas, roce de biajacas y cuentos de ahogados y sirenas, un lenguaje repleto de orza a sotavento, espingarda a estribor, estira la gavia, ojo al cabestrante, tibor a babor, desplegad la mesana, piezas de a ocho, aballestar el ballestrinque, arronzad la balandra, bolead la cuaderna, encalla en el cayo, trincad la uña voto a Dios, proa a Baracoa, orientad el través, todos a cubierta con Fidel, hombre al agua, ¡girad a barlovento!, cuidado con el toldo do do do do, ¡grumete, toque usted a degüello! Y: las mujeres y los niños primero.

Aprendió rápido y sin derrames cerebrales. Entonces lo cerebró en fasten your belth con su tío, que le enseñó trucos de turco, ejercicios de abortaje, carga y descarga de material pardo en las costas de África, y traslados al Caribe. Porque Hawkins sería inglés, pero en cuanto se le daba un chance antillaba, que quiere decir poner proa a las Antillas. Tal vez lo tenía loco la blanca carne de quelonio, porque caía de fly en La Tortuga con más frecuencia que un gallego temba a Cuba. Y le conocía a la Isla de Pinos todos los desagües, porque pasaba allí largas temporadas. Eso me da que su tío no tenía el ardor piratero que heredó usted. Tampoco padecía del sarpullido anti hispano.

Con su tío Hawkins —nadie dice si por parte de padre o por parte de madre. Yo afirmo que por parte de cala— hizo sus dos primeros viajes, hecho un lobezno de mar, y fueron, curiosamente al continente africano, a practicar el sencillo, audaz y capitalista comercio de rescate, que consistía en agarrar a un nativo oscuro de una playa y venderlo en otra. Eso, en lenguaje comercial, se conocía como "explayarse". Muchas veces podían mercarlo en esa misma playa, pues el nativo apresado resultaba, de manera casual, ser un jefe o pariente cercano del jefe.

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