www.cubaencuentro.com Viernes, 25 de marzo de 2005

 
  Parte 1/2
 
¡De película!
Bahía de Cochinos vista por Spielberg: el Comandante y sus oficiales buenos, contra una banda de nazis con el perfil ideológico de Tiburón Sangriento.
por ENRISCO, Nueva Jersey
 

A aquellos empeñados en la noble y loable tarea de demostrarle al mundo que el Comandante no es precisamente un alma de Dios, les ofrezco este consejo sano: dedíquense a otra cosa. Es cierto que nunca ha sido tarea fácil. Hubo una época en que también se consideraba que a Dios lo mandaban a tomar clases de Creación con él.

P. Girón
Playa Girón: En la versión de Spielberg, el doble de Castro da un triple salto mortal.

En los últimos años las cosas han cambiado y, ahora, para la mayor parte de la humanidad, Fidel Castro es simplemente la respuesta a una de las preguntas más fáciles que pueden hacer en una prueba de Historia: "¿Quién es el gobernante de Cuba?". O de Zoología: "¿Por qué se extinguieron los dinosaurios?". Respuesta: "Pregúntenle a Fidel Castro, que seguramente estaba por ahí. Aunque si Castro estaba por ahí, lo más seguro es que murieran de hambre. O ahogados, tratando de escapar en balsa".

Eso es lo que piensa la mayoría de la humanidad a la cual, comprensiblemente, fuera de las pruebas de Historia, el tema les tiene sin cuidado. Está luego una pequeña y entusiasta parte del género humano que piensa que el Comandante es una especie de Robin Hood caribeño: le quita el dinero a los ricos, se lo enseña a los pobres y se lo vuelve a meter en la cartera. Esos se lo imaginan eternamente enfrentado al imperialismo, que no hace otra cosa que planear su asesinato con el resultado que todos conocemos: el Comandante es el dictador más veterano de la historia moderna (si en vez de dejar el asunto en manos de la CIA se lo hubieran encargado al Medicaid [un tipo de seguro médico de EE UU], otro gallo cantaría).

En realidad, no son tantos los admiradores del que le quita el dinero a los ricos y se lo gasta en nombre de los pobres, nuestro Robin Hood en Jefe. No son muchos, pero hablan bastante alto. Repito: si antes era difícil hablar más alto que ellos, ahora que Spielberg ha declarado que va a hacer una película titulada Bahía de Cochinos, con Al Pacino, Jack Nicholson y Angelina Jolie de protagonistas, ya no queda la más mínima posibilidad.

Piénsenlo bien. Después de Parque Jurásico, los dinosaurios se pusieron de moda. Cuando estrenó Tiburón, la gente no se atrevía a bañarse en la playa. Después de La lista de Schindler, Arafat le dijo a los israelíes que se podían quedar con toda Palestina si querían (aunque estos le respondieron que gracias, que no hacía falta, que tenían más en su casa). Gracias a Spielberg, Indiana Jones es el arqueólogo más conocido del mundo y ET es el extraterrestre perdido más famoso de la galaxia.

No. No hay la menor oportunidad de que si Spielberg da una imagen favorable del Comandante, los comandantes de plástico no se conviertan en el juguete más popular del próximo quinquenio. Y contra eso no hay quien pueda. Y si Angelina Jolie hace de miliciana en la película, en el próximo Halloween todos los hombres vamos a querernos poner un disfraz de Comandante a ver qué se nos pega.

Siempre está el optimista que piensa que Spielberg pudiera dar una imagen objetiva de aquellos acontecimientos históricos. Les recuerdo a todos los optimistas que no hace mucho que el propio Spielberg se entrevistó con el Comandante durante ocho horas y salió diciendo que habían sido las ocho horas más importantes de su vida. Es como si Walt Disney hubiera dicho que las horas más importantes de su vida las había pasado conversando con el lobo feroz, y todavía a uno le quedara la esperanza de que en su próxima película la Caperucita Roja no fuera más mala que una resaca de chispetrén y si el lobo se la comiese sería en defensa propia.

Porque si algo ha dejado claro Spielberg a lo largo de sus películas es que, si bien tiene imaginación y sentido del espectáculo a toneladas, su idea de los matices está al nivel de los cuadros de Malevich (el pintor ruso que creó cuadros como Negro sobre blanco, Blanco sobre blanco y Negro sobre Negro, este último llevado por Spielberg a la pantalla con el título de El color púrpura).

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