www.cubaencuentro.com Viernes, 28 de febrero de 2003

 
   
 
Lula, Davos, Chávez, Porto Alegre
por ARMANDO AñEL, Madrid
 

En el Foro Económico Mundial de Davos, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva dejó caer, entre col y col, una lechuga: piensa recuperar el crecimiento de su país echando mano, entre otros instrumentos, a "reglas económicas claras, estables y transparentes".
Lula
Lula: 'No puede haber dos pesos y dos medidas: todo el mundo necesita crecer'.
En el Foro Social Mundial de Porto Alegre, el presidente venezolano Hugo Chávez Frías reveló algo de lo que tiene en mente: "en el supuesto (...) de que la oligarquía venezolana [oligarquía como eufemismo de sociedad civil] quiebre al Gobierno —dijo—, se demostraría ante el resto de los pueblos del continente que no vale la pena luchar en paz y democracia por los cambios y habría que pensar en otros caminos". En Davos Lula, sin dejar de recurrir a algunos de los clichés propios de la clase política a que pertenece, fue, sin embargo, un poco más allá; se confesó partidario del libre comercio, pero de uno caracterizado por la reciprocidad: "de nada valdrán todos nuestros esfuerzos exportadores, ni las inversiones en tecnología que acometamos, si las barreras impiden que llegue a otros mercados lo que producimos", argumentó, denunciando la duplicidad de quienes predican el evangelio del libre flujo mientras gravan todo producto del Tercer Mundo que arriba a sus puertos. También Chávez fue más allá en Porto Alegre, sólo que en dirección contraria: "si las oligarquías (...) no entienden que los cambios son inevitables y que mejor es que los hagamos en paz, la fuerza telúrica de este continente brotará, y como dijo alguna vez Ernesto Guevara sonarán los gritos de combate y las ráfagas de fuego". Increíble, pero cierto. Todo ello al tiempo que ofrecía una y otra vez ejemplares de su agobiante "Constitución Bolivariana".

La desigual pero paralela actuación de ambos presidentes en los últimos días parece una metáfora de lo que podría haber sido y de lo que puede ser la izquierda latinoamericana. En Lula, esta última tiene una baza. En Chávez, la encarnación de su costado más oscuro. De no existir en Venezuela una conciencia civil que halla sustento en décadas de ejercicio democrático —a ratos disparatado y siempre ineficiente, pero dinámico—, más el precedente regional, aleccionador, de los casos cubano, nicaragüense o panameño, el ex paracaidista habría ya secuestrado la nación, con toda la carga ponzoñosa que a nivel continental ello comporta. De no haber dado el carioca algunas pequeñas muestras de cordura estadista, el continente debería encomendarse a "todos los santos", pues la conversión (de) o el intento de convertir la primera economía latinoamericana en "dictadura del proletariado" pesaría atrozmente sobre su futuro. En términos de consecuencia política y pragmatismo social, el mandatario brasileño encarna la posibilidad —que puede resultar en cascarón vacío— de una izquierda remozada, dispuesta, por fin, a repartir eficientemente la riqueza de la única manera viable: creándola. El becario de Fidel Castro, en cambio, personifica la incompetencia —grotesca como pocas— de un populismo tardío, que ha hundido a Venezuela en el pozo sin fondo de la miseria "bolivariana". En Davos, Luiz Inácio Lula da Silva quiso resolver un problema. En Porto Alegre, Hugo Chávez Frías quiso resolver su problema (en el contexto de un Foro al que, por otra parte, ni siquiera fue invitado). Lula aún puede ser. Chávez podría haber sido.

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