El pasado 3 de febrero comenzó en Harare, capital de Zimbabue, el juicio por alta traición contra el líder de la oposición Morgan Tsvangirai y otros dos altos dirigentes del Movimiento para el Cambio Democrático (MCD).
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Tsvangirai llega al tribunal superior de Harare. |
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Los acusados pueden ser condenados a la pena de muerte por ahorcamiento, que no se aplicó durante algún tiempo por falta de verdugo. Sin embargo, ya desde el 4 de junio del pasado año apareció el ciudadano contratado para esa tarea.
Desde Caracas, el presidente Hugo Chávez debe estar pensando en pedir asesoramiento a Mugabe, sobre todo cuando ha acusado a los líderes de la Coordinadora Democrática de "terroristas, golpistas y traidores a la patria". En La Habana, Fidel Castro (viejo amigo del déspota africano, quien estuvo en la Isla en julio del pasado año, pero también en 1985, 1992 y 1999) se encargó días atrás de recordar a los dirigentes de la oposición que "existen leyes que no se aplican", y dijo a los corresponsales extranjeros que todos los disidentes están pagados por el Gobierno norteamericano. Así que, en la lógica del régimen, se trata también de traidores y vendepatrias.
El caso de Tsvangirai es paradigmático para ilustrar cómo los dictadores utilizan todos los medios y recursos con tal de permanecer en el poder. Fue acusado de "alta traición" desde el 20 de marzo de 2002, precisamente al día siguiente de que Zimbabue fuera expulsado por un año de la Commonwealth. Son las clásicas represalias de los tiranos, que descargan contra la oposición interna su furia por las condenas que reciben en el plano internacional: sobran ejemplos de que los métodos de los regímenes de La Habana y Harare difieren muy poco.
La acusación se basa en un dudoso vídeo filmado en las oficinas de Ari Ben Menashe, un tenebroso personaje, ex agente de los servicios secretos israelíes (Mossad), en el cual aparece un rostro prácticamente invisible que es presentado como el de Tsvangirai, en conversaciones para "organizar" el asesinato de Mugabe.
Lo rocambolesco del caso es que la cinta fue emitida primero por la televisión australiana, en enero de 2002, es decir, poco antes de las elecciones presidenciales que se realizaron en Zimbabue del 9 al 11 de marzo de ese mismo año.
Sin embargo, poco después, el propio Bem Menashe (ahora presidente de una empresa canadiense de lobby político) reconoció que desde hacía mucho tiempo mantenía negocios y contactos con el presidente Mugabe. O sea, que las pruebas resultan sumamente dudosas.
El trasfondo del asunto es que las elecciones presidenciales de marzo del año pasado fueron consideradas por la comunidad internacional como "fraudulentas" y el MCD ha continuado su campaña de denuncias contra las arbitrariedades del régimen de Mugabe. El ex sindicalista Tsvangirai se ha convertido en una verdadera piedra en el zapato del dictador. |