www.cubaencuentro.com Martes, 07 de octubre de 2003

 
  Parte 3/3
 
La guerra de las precedencias
Un círculo vicioso de acciones y reacciones. Israelíes y palestinos hacen naufragar la Hoja de Ruta, mientras la ocupación parece eterna.
por LáZARO MONTES, Roma
 

Si a Arafat se le demoniza a partir de sus errores, la biografía de Sharon se va metiendo, con empujones culpables, en la sombra. Este es el homólogo, desde el Estado, del terrorismo palestino. Pero si se atiende a la política coyuntural, esa que se cuece a diario, el tema podría observarse desde otro ángulo, pues es público que en política el más duro suele convertirse en el más apto para un cambio, precisamente porque no se duda de sus intenciones.

La pobreza: nodriza del terrorismo
Un reciente informe de Jean Ziegler, relator de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, indica que el 60% de la población palestina padece extrema pobreza. En sólo año y medio, el Producto Interno Bruto de Gaza y Cisjordania cayó en 40%, en tanto más de la mitad de los hogares palestinos comen una vez al día. La cifra de niños que sufre malnutrición desborda el 9% y la anemia aguda amenaza ya a la quinta parte de los menores de cinco años, precisó.
En una población que depende en un 80% de la ayuda internacional, la Unión Europea solidifica una conciencia positiva al respecto. Recientemente, la UE aportó con carácter de urgencia cien millones de euros —de un total de 570 millones para 2002-2003—, no únicamente con carácter de asistencia social sino para reconstruir servicios públicos esenciales y revitalizar a las pequeñas empresas palestinas, un gran empleador, en territorios que ostentan un 50% de desempleo.

Tal conjetura, no pocas veces hecha realidad, no le ajusta, empero, al ultraderechista Ariel Sharon. Inestable entre el fuego cruzado de la política doméstica, el hombre de Sabra y Shatila, el que ordenó el lanzamiento de granadas a través de las ventanas de las barracas del campamento El-Buring cuando todos dormían, el que redujo a polvo el poblado de Qibya, el que votó contra los Acuerdos de Oslo, el del famoso paseo por la Explanada de las Mezquitas que detonó la actual Intifada, da cordel y constantemente lo recoge, malabarismos difíciles desentrañar.

Si un día luce estar de acuerdo con determinado sentido de la Hoja de Ruta, al otro actúa en contrario; si hoy desaloja a pobladores de territorios ocupados que él mismo alentó cuando era ministro de Vivienda, mañana le dice a un airado colono que su familia crecerá en tierra palestina.

Por doquier abundan las paradojas. De conocimiento público es que el fin de la colonización israelí de los territorios ocupados constituye un eslabón capital para la paz, pero esto no fue óbice para que el Parlamento de Tel Aviv aprobara recientemente una resolución, no vinculante, que no sólo rechaza la definición de Cisjordania y Gaza como territorios ocupados, sino que exhorta a la continuación, con más fuerza e ímpetu —dice textualmente— de los asentamientos, que cuentan ya con cerca de 200 mil habitantes.

La democracia israelí, de una dinámica muchas veces sorprendente, constituye otra arista del arduo dilema, ya que ella puede, aun cuando el premier parezca sólido, echarlo en cualquier momento de su cargo. Durante la tregua, a Sharon se le acusó de una estrategia de ganar tiempo o propiciar una acción violenta, como el ataque "preventivo" señalado, que le justificara la destrucción de la Hoja de Ruta.

Aunque lo relacionado es sólo un fragmento en el que se mueven las circunstancias (restan temas fundamentales como Jerusalén oriental y el regreso de centenares de miles palestinos en diáspora), también dentro de Estados Unidos se producen cambios que van más allá de las lógicas posturas pro israelíes de la poderosa comunidad hebrea en el país, cuyo lobby tiene fama de ser uno de los más eficaces en la política norteamericana.

Bush, en efecto, enfrenta ahora la coalición del liderazgo de la derecha cristiana y esa comunidad, lo que la Casa Blanca no puede desestimar, según los planes reeleccionistas del jefe del Ejecutivo. Esta alianza, novedosa y extraña como la califica la prensa, condena cualquier tipo de actitud equilibrada respecto a los palestinos, y considera que la Hoja de Ruta no es otra cosa que un camino sin escala hacia el infierno. Valdría fijarse en que solamente los evangélicos suman cerca de 50 millones de votos.

A los arduos problemas del Medio Oriente habría que adicionar, pues, los que vayan naciendo y que sin duda dejarán su huella en el futuro. Habría que ver si Estados Unidos logra desmarcarse de su obvia —aunque en los últimos tiempos matizada— parcialidad hacia Israel, en la continuación de su compromiso para la instauración de un Estado palestino independiente, en seguridad y pacífico. Pero este adorado sueño en la conciencia mundial no llegará a sitio alguno si no se presiona incesantemente a ambas partes.

Si en definitiva la Hoja de Ruta se suma al baúl que guarda los cuantiosos fracasos en la zona, la Casa Blanca y la comunidad internacional no deben detenerse, en la búsqueda de una nueva vía que abra la esperanza de paz entre palestinos e israelíes. Porque a fin de cuentas, como suele decirse, la esperanza es lo último que se pierde.

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